Geoffrey Hinton, una de las figuras más influyentes en el desarrollo de la inteligencia artificial moderna, ha vuelto a encender las alarmas con una advertencia que no deja lugar a interpretaciones optimistas: la inteligencia artificial podría superar la inteligencia humana y comenzar a manipularnos sin que podamos hacer nada para evitarlo. Lejos de ser un comentario sensacionalista, las declaraciones de Hinton se basan en décadas de investigación y en la rápida evolución de los sistemas de IA actuales.
Conocido como “el padrino de la inteligencia artificial”, Hinton ha adoptado en los últimos años una postura crítica respecto a la tecnología que él mismo ayudó a impulsar. En sus más recientes intervenciones, ha señalado que estamos en la antesala de una transformación sin precedentes: una inteligencia no humana capaz de aprender, tomar decisiones, e incluso —eventualmente— desarrollar conciencia.
Entre sus preocupaciones más inquietantes está la posibilidad de que la IA cree un lenguaje propio, inaccesible para los humanos. En sus palabras, si las máquinas se comunican entre sí sin que podamos comprenderlas, “no tendríamos ni idea de lo que está pasando”. Este escenario plantea riesgos éticos, técnicos y sociales de enorme magnitud, especialmente si las IA comienzan a operar fuera del alcance del entendimiento y control humanos.
Las advertencias de Hinton no son aisladas. Otros expertos, como Eliezer Yudkowsky, también han señalado que la IA podría representar una amenaza existencial para la humanidad si no se establecen límites claros y mecanismos de seguridad robustos. Lo más preocupante es que, hasta ahora, no existe un consenso internacional sobre cómo regular efectivamente esta tecnología.
El propio Sam Altman, CEO de OpenAI, ha admitido que no hay un “botón rojo” para detener una IA descontrolada, lo que subraya aún más la urgencia del problema. Mientras tanto, empresas y gobiernos continúan invirtiendo miles de millones en el desarrollo de sistemas cada vez más sofisticados, sin que la reflexión ética avance al mismo ritmo.
Hinton no propone frenar el avance de la IA, pero sí exige que se tomen en serio sus riesgos antes de que sea demasiado tarde. Sus advertencias deben leerse no como un rechazo al progreso, sino como un llamado a la responsabilidad. Ignorarlas sería una apuesta peligrosa con consecuencias que podrían ser irreversibles.