La relación entre Brasil y Estados Unidos se ha deteriorado tras la decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de aumentar significativamente los aranceles a productos brasileños, como el café y la carne. Esta medida llevó a Brasil a presentar una queja formal ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), marcando un nuevo episodio en la creciente tensión bilateral.
Aunque Estados Unidos vende más a Brasil de lo que compra, Trump acusó al presidente Luiz Inácio Lula da Silva de impulsar una «caza de brujas» contra Jair Bolsonaro, su aliado ideológico, y exmandatario brasileño. Como represalia, la Casa Blanca calificó al gobierno brasileño como una «amenaza inusual y extraordinaria», y elevó del 10% al 50% los aranceles sobre numerosos productos.
El gobierno de Lula reaccionó enérgicamente. En declaraciones públicas, el mandatario denunció un ataque directo contra la soberanía y la economía de su país. Acusó a figuras afines a Bolsonaro, como su hijo Eduardo, de facilitar la interferencia extranjera desde Estados Unidos. Además, criticó las recientes sanciones impuestas por Trump al juez Alexandre de Moraes, quien lidera el juicio contra Bolsonaro.
Brasil no fue el único blanco. India también fue gravada con aranceles del 50% por continuar comprando petróleo ruso, lo que ha generado reacciones de condena desde Nueva Delhi. Otros países de América Latina, como México, Costa Rica y Bolivia, también enfrentan incrementos arancelarios en una nueva ola proteccionista promovida por Washington, que amenaza con desatar una guerra comercial global.
Con la campaña presidencial de 2026 en el horizonte, Lula busca reafirmar la autonomía económica de Brasil frente a lo que considera presiones políticas externas. Mientras tanto, el gobierno estadounidense insiste en que estas medidas buscan proteger su economía y castigar a quienes no se alinean con sus intereses geopolíticos.