Coyuntura económica y algo más
La austeridad es más fácil cuando la paga otro…
Macraf
Antes de que empiecen los aplausos o las rechiflas, quiero hacer dos acotaciones claras. La primera: no soy, ni he sido, partidario del pensamiento del tabasqueño ni de su forma de gobernar. La segunda: eso no me impide reconocerle que, en sus mejores tiempos —antes de perder la cabeza por perseguir y ejercer el poder— fue un líder social cercano al pueblo y que, a diferencia de las hipocresías de sus huestes, jamás se le vio en viajes de lujo ni en restaurantes de cinco estrellas. Eso hizo creíble su discurso.
El problema es que el movimiento que fundó se alimentaba de esa “congruencia”, y hoy, ni sus hijos ni sus seguidores predican con ese ejemplo. El morador de Palenque es Morena, y sin él no existe ni hay quien lo sostenga. Pero la “economía moral” que predicó depende del actuar de los morenistas, y esos, contrario a lo que dicta la realidad, no gustan de la austeridad. Se han colocado como parte de la élite que tanto criticaban.
De otro modo, ¿cómo se explica que “Andy” pueda darse unas vacaciones en Japón —según él, luego de unas “sesiones exhaustivas de trabajo”— mientras la mayoría de los hogares en este país ni siquiera se acercan a ese tipo de lujos? Porque aquí es donde los números del INEGI aterrizan el contraste: el ingreso promedio mensual por hogar es de 25,955 pesos. Y si hacemos la cuenta, en un hogar de cuatro personas, eso equivale a 6,488 pesos por cabeza. “Andy” argumenta haber pagado 7,500 pesos por noche tan solo de hotel, es decir, 1,012 pesos más que lo que gana al mes una persona en nuestro país.
Mientras celebran como su mayor triunfo el aumento del salario mínimo, la realidad es que ese incremento no permite a las personas en general darse la vida que ellos mismos llevan. Mientras unos y otros viajan por todo el mundo y disfrutan de las mieles del poder, aquí el consumo se cae, la inversión se frena y no se crean empleos. Nadie podría escatimarles el derecho a disfrutar lo generado por su trabajo, pero el gran problema es que toda la vida han vivido de la política y, en el caso de “Andy”, jamás nadie le ha conocido trabajo alguno que le permitiera darse esa vida. Ni a él, ni a sus hermanitos. Es más, el propio morador de Palenque nunca aclaró cómo, durante más de diez años, vivió sin haber trabajado. Viven del presupuesto y usan el presupuesto, pero ojo, jamás en favor del pueblo que tanto dicen querer y admirar.
Mientras “Andy” “descansa” de tanto trabajar viajando por Tokio, la mayoría de los mexicanos trabaja de sol a sol y ni así logra superar la barrera de lo mínimo indispensable. Él presume en su carta que “está cerca del pueblo” y que “no vive en el privilegio”, pero cualquiera que haya pagado un boleto de avión a Japón sabe que esa declaración es una verdadera sinvergüenzada.
Y es que este no es un caso aislado: es el reflejo de cómo se ha degradado el discurso de la 4T. Lo que antes era congruencia, hoy es puro escaparate; lo que antes era cercanía con el pueblo, hoy es un guion reciclado mientras se codean con la élite que decían combatir. Ellos pueden recorrer medio mundo sin abrir la cartera, mientras millones no pueden recorrer ni la mitad de su propia ciudad sin que se les acabe el dinero.
Podríamos tener gobernantes que dieran el ejemplo de austeridad y congruencia… pero tenemos funcionarios y allegados que viven austeramente de palabra y lujosamente en la práctica. Podríamos tener una economía que ofreciera a la mayoría la posibilidad de cumplir sus sueños… pero tenemos un país donde los sueños parecen reservados para quienes se sientan cerca del poder. ¿Y de la presidenta qué podemos decir en este caso? Solo ve cómo las cosas pasan y cómo la ningunean un día sí y otro también, porque a quien se supone que “ejerce el poder” es a quien menos caso hacen. Hoy parece más un bonito adorno en Palacio que una verdadera jefa de Estado.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.