El presidente de EE. UU., Donald Trump, y el presidente ruso, Vladímir Putin, se reunieron cara a cara en Anchorage, Alaska, a mediados de agosto para abordar la guerra en Ucrania y otros asuntos bilaterales. El encuentro —celebrado en la base conjunta Elmendorf-Richardson— fue muy esperado por diplomáticos y medios internacionales, y estuvo marcado por una sesión entre los jefes de Estado seguida de una breve conferencia de prensa conjunta. La ceremonia y las imágenes públicas del arribo y saludo subrayaron la magnitud diplomática del evento.
Durante las conversaciones, que duraron varias horas, los líderes negociaron sobre posibles soluciones al conflicto en Ucrania pero no lograron cerrar un alto el fuego ni un pacto definitivo. Ambos mandatarios ofrecieron declaraciones medidas al término del encuentro: Putin dijo que se había llegado a una “comprensión” en ciertos puntos, mientras Trump habló de “gran progreso”, aunque aclaró que “no hay trato hasta que haya trato”. En ese balance intermedio quedó patente la distancia entre anuncios públicos y compromisos verificables.
Fuentes y análisis posteriores señalaron que Putin formuló reclamaciones territoriales ambiciosas sobre zonas disputadas en el este de Ucrania, y que la delegación rusa habría aceptado en principio ciertas salvaguardas de seguridad que EE. UU. y aliados podrían ofrecer a Kiev, en un formato similar a garantías colectivas, según enviados y reportes de prensa. Pese a esas señales, dirigentes ucranianos y europeos insistieron en que la soberanía y la integridad territorial no son negociables, y subrayaron que cualquier arreglo requerirá más negociaciones multilaterales y garantías concretas.
La reunión provocó reacciones mixtas en la arena internacional y en Washington: hubo elogios por la vía del diálogo y críticas por la ausencia de resultados inmediatos. En paralelo se reportó un incidente logístico con documentos sensibles encontrados en una impresora de hotel en Anchorage, lo que generó preocupación por la gestión del protocolo. Tras el encuentro, Trump invitó a líderes europeos y al presidente ucraniano a una ronda adicional de negociaciones en Washington, y la comunidad internacional se preparó para conversaciones ampliadas que intenten traducir los entendimientos verbales en compromisos verificables.