Este llamado a la austeridad se produce poco después de intensas y prolongadas negociaciones para el presupuesto de 2025, que la coalición de gobierno logró acordar bajo el liderazgo del anterior ministro de Finanzas, Christian Lindner. Aunque ese presupuesto se adhirió al “freno de la deuda” constitucional y evitó recortes drásticos, dejó un «déficit de gasto global» de 17 mil millones de euros por abordar, sembrando la duda sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas.
La nueva brecha presupuestaria para 2027, que podría extenderse hasta los 172 mil millones de euros para 2029, surge de una confluencia de factores, incluyendo el aumento de los pagos de intereses y las decisiones de gasto de la coalición. Klingbeil ha advertido que esta situación representa un «desafío central de política fiscal», exigiendo una «revisión exhaustiva de las tareas y los gastos» para establecer prioridades claras.
La estrategia del gobierno se basa en una combinación de recortes estructurales e incentivos para el crecimiento económico. Se espera que el aumento de la inversión pública y las exenciones fiscales para empresas impulsen la recaudación de impuestos. Sin embargo, la persistente falta de crecimiento y las luchas internas de la coalición, previamente demostradas en las difíciles negociaciones del presupuesto de 2025, plantean un panorama incierto. La situación fiscal de Alemania sigue siendo un punto de fricción política, lo que podría desestabilizar aún más la ya frágil alianza de gobierno.