El presidente de la Fed, Jerome Powell, ha señalado un posible ajuste a la baja en la política monetaria, citando una notable desaceleración económica en Estados Unidos durante la primera mitad del año. Pese a ello, un mercado laboral que se mantiene «en equilibrio» le permite a la Fed proceder con cautela. No obstante, en un tono crítico, Powell advirtió que los efectos de los aranceles sobre los precios al consumidor son «claramente visibles», lo que representa un riesgo de inflación que debe ser evaluado con detenimiento.
Esta postura, presentada en el simposio de Jackson Hole, ha sido recibida con entusiasmo por los mercados globales, que ya han descontado una alta probabilidad de recortes de tasas en los próximos meses. Instituciones financieras de peso, como JPMorgan y Goldman Sachs, ya han ajustado sus pronósticos para contemplar múltiples reducciones de tipos tanto en la Fed como en el Banco Central Europeo (BCE), lo que anticipa una tendencia de flexibilización monetaria a nivel global.
La decisión de la Fed no solo impacta a los mercados estadounidenses, sino que también ejerce una influencia considerable en otros bancos centrales. La reacción de estos organismos, como el Banco de México (Banxico), ha sido de cautela, optando por proceder de forma gradual con sus propios recortes, sopesando las presiones inflacionarias internas frente a las señales de desaceleración global. La convergencia de una política monetaria restrictiva con los riesgos inflacionarios provenientes de los aranceles crea un dilema complejo, elevando la incertidumbre en los mercados y en las economías globales.