La 82ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, cargada de expectación y celebridades, se inauguró bajo una intensa atmósfera política. Activistas del colectivo Venice4Palestine desplegaron pancartas con consignas como “Free Palestine” y “Stop the Genocide” frente al Lido, horas antes de la ceremonia de apertura, pidiendo que el festival se distanciara de apoyos a Israel.
A esta presión se sumó una carta abierta firmada por cientos de cineastas entre ellos destacados nombres de Europa e Italia que exigieron a la Bienal de Venecia “una postura clara” ante lo que califican como genocidio en Gaza. En respuesta, el director del festival, Alberto Barbera, sostuvo que el festival es un espacio de diálogo y no adopta posturas políticas explícitas, aunque agregó que sí incluirán en la programación obras que aborden el conflicto, como The Voice of Hind Rajab.
Durante la inauguración, el presidente del jurado Alexander Payne destacó que, aunque el cine no cambia el mundo, sí documenta la historia, citando El gran dictador de Chaplin como ejemplo. Su declaración pareció un llamado sutil a la reflexión en medio de la tensión que atraviesa el festival.
La ceremonia comenzó con la proyección de La Grazia del director Paolo Sorrentino, mientras el festival transita entre el glamour cinematográfico y una creciente tensión internacional por las protestas. Manifestaciones más extensas están previstas para los días siguientes, como la planeada para el 30 de agosto por los manifestantes más organizados del movimiento.