Un think tank del Reino Unido ha propuesto imponer un impuesto sobre las reservas que los bancos comerciales mantienen en el Banco de Inglaterra (BoE). La medida busca aliviar una considerable carga fiscal que asciende a miles de millones de libras. Esta carga es el resultado directo de la política monetaria del BoE, que ha pagado intereses a los bancos por sus reservas, lo que ha generado un costo para el Tesoro público. El BoE se vio obligado a realizar estos pagos a los bancos comerciales para transmitir eficazmente su política de tipos de interés.
La propuesta ha desatado un debate sobre el papel de los bancos centrales y la política fiscal. El plan, aunque atractivo por su potencial para generar ingresos, podría interferir con la independencia del banco central. Los críticos argumentan que gravar las reservas de los bancos podría alterar la forma en que el BoE maneja la política monetaria, ya que introduciría una variable externa en la toma de decisiones.
El debate refleja una paradoja de la política monetaria moderna. El gobierno se encuentra, en efecto, pagando a los bancos para cumplir con una política diseñada para beneficiar a la economía en general. La propuesta del think tank es una solución audaz a este problema, pero su viabilidad y sus posibles consecuencias a largo plazo para el sistema financiero son objeto de intenso debate.