La economía europea se encuentra en una situación de estancamiento, con un crecimiento de apenas 0.1% en el segundo trimestre de 2025. Este lento avance es el resultado de la debilidad de su sector exterior y de la falta de inversión, una tendencia que se aceleró tras los desafíos arancelarios del expresidente de EE.UU. Donald Trump. La incertidumbre generada por la política comercial de Washington afectó directamente las expectativas de los empresarios, lo que provocó una drástica caída en la inversión privada.
A pesar de que el bloque como un todo se mantuvo a flote, la situación económica es muy desigual. Mientras economías como la de España mostraron una robusta expansión del 0.7%, impulsada por los fondos de recuperación europeos, el motor tradicional de la Eurozona, Alemania, registró una contracción del 0.3%. La debilidad de la economía alemana y la falta de un crecimiento sincronizado en el bloque son una preocupación clave para el Banco Central Europeo (BCE), que debe equilibrar la necesidad de mantener su política monetaria para controlar la inflación con el riesgo de frenar aún más la economía.
El desafío de Europa es estructural. Su dependencia del comercio exterior y la falta de inversión privada la hacen vulnerable a las políticas proteccionistas de otras potencias. Los fondos de recuperación han sido un parche, pero la economía europea necesita una estrategia de inversión a largo plazo que la haga más resiliente y menos dependiente de los vaivenes políticos.