La tasa de inflación interanual en los países de la OCDE se desaceleró en julio, cayendo al 4.1%, una décima por debajo de la cifra de junio. El descenso, sin embargo, es un reflejo de una ligera estabilización de los precios, que se han mantenido en un rango estrecho entre el 4.0% y el 4.2% desde marzo. Esta moderación se atribuye principalmente a la desaceleración de la inflación energética, que ayudó a compensar un aumento en los precios de los alimentos. La inflación subyacente, que excluye los precios volátiles de la energía y los alimentos, se mantuvo estable en el 4.4%, lo que indica que las presiones de precios subyacentes persisten.
El panorama inflacionario en la OCDE es muy desigual. Mientras países como México y Polonia experimentaron descensos notables en sus tasas de inflación, naciones como España vieron un aumento en sus precios. La divergencia en las tasas de inflación complica la toma de decisiones de los bancos centrales, ya que una política monetaria unificada para la Eurozona puede no ser adecuada para todos los miembros del bloque. El caso de Türkiye, con una inflación de dos dígitos, resalta los desafíos extremos que enfrentan algunas naciones.
A pesar de la ligera caída, la situación inflacionaria sigue siendo una preocupación. Los precios de los alimentos continúan subiendo en la mayoría de los países de la OCDE, lo que tiene un impacto directo en el poder adquisitivo de los consumidores. La batalla contra la inflación no ha terminado y los bancos centrales deberán seguir vigilantes.