El Banco Central Europeo (BCE) se encuentra en una fase crucial de su proyecto para lanzar el euro digital, pero enfrenta una fuerte resistencia de la banca comercial. Mientras que el BCE lo ve como una herramienta vital para la soberanía monetaria de Europa y una forma de asegurar la inclusión financiera en la era digital, los bancos comerciales temen que su introducción pueda tener un impacto negativo en sus balances. La principal preocupación es que un euro digital, al ser un activo seguro, podría provocar una fuga masiva de depósitos de los bancos comerciales hacia el banco central.
El debate no es solo sobre el diseño técnico del euro digital, sino sobre la política monetaria. Los bancos comerciales argumentan que la «desintermediación» de sus depósitos podría limitar su capacidad para otorgar créditos, lo que a su vez podría frenar el crecimiento económico. La banca busca limitar la cantidad de euros digitales que los ciudadanos puedan tener o imponer límites a las transferencias, para proteger su modelo de negocio. Sin embargo, el BCE defiende que el euro digital es una necesidad estratégica para competir con otras monedas digitales, incluyendo las criptomonedas y las monedas digitales de otros bancos centrales.
El futuro del euro digital dependerá de la capacidad del BCE para equilibrar estas preocupaciones. Si bien el BCE debe tener en cuenta los intereses de la banca comercial, el éxito del proyecto también depende de su capacidad para ofrecer un activo seguro y conveniente a los ciudadanos, sin perjudicar el sistema financiero.