23 de septiembre de 2025
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OPINIÓN

Hablar del suicidio es prevenir

El silencio no previene: hablar del suicidio sí. Escuchar, acompañar y buscar ayuda profesional puede salvar vidas.

El pasado 10 de septiembre se conmemoró el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, una jornada para generar conciencia sobre un problema de salud pública que va en aumento, con el fin eliminar el estigma sobre las enfermedades mentales, quitarnos el miedo a hablar en familia sobre nuestros sentimientos y la forma de brindar ayuda adecuada, pues todos tenemos un papel en la prevención.

El suicidio es la acción de quitarse deliberadamente la propia vida, pero su significado varía según la intención de la persona y el contexto en que se encuentra. Para muchas personas, se trata de una búsqueda desesperada por poner fin a un dolor insoportable: creen que si mueren, lograrán aliviar aquello que los atormenta. Hay quienes lo ven como una manera de reencontrarse en el más allá con un ser querido que ha muerto, por sentir que ya no se puede vivir sin él. O puede ser una forma extrema de recuperar la dignidad frente a humillaciones dolorosas: cuando alguien ha sido exhibido, acusado o ridiculizado injustamente, como en los casos de bullying y cyberbullying, la muerte puede parecer la única salida para dejar de sentir vergüenza. También puede expresarse como protesta: “no quiero ser parte de esta familia o de esta sociedad” como cuando se está en un ambiente de violencia familiar, abuso sexual o acoso laboral, y la persona percibe que nada puede hacer para cambiar o superar su situación. Llega a creer que no hay salida aparente, que es la última alternativa o que el miedo a no tener credibilidad o a ser culpado impide pedir ayuda. En estos contextos, el suicidio funciona como un límite definitivo: “basta ya, merezco tener paz”.

Sin embargo, para la familia y las personas cercanas, el suicidio es un tormentoso laberinto porque cuesta mucho entender por qué mi ser querido tomó esa decisión. El impacto emocional suele ser aún mayor que el de otras muertes como las que se producen por accidentes u homicidios, porque genera preguntas, culpa y una perturbación profunda en la vida cotidiana. Por eso la prevención es urgente: saber que hay ayuda disponible, que hay personas dispuestas a acompañar y profesionales capacitados para intervenir.

Un dato relevante es que el suicidio no aparece de la nada. Suele comenzar con una idea que se vuelve obsesiva y repetitiva, y que va alimentando angustia, vergüenza y desesperanza. Se agrava cuando lleva a la persona al aislamiento y a la desconexión, a sentir que no hay nadie que le pueda ayudar, o peor aún, sentirse una carga para los demás y pensar que su familia o sus amigos estarían mejor sin su presencia.

Por lo tanto, si alguien manifiesta pensamientos de muerte, hay que tomarlo en serio: esas palabras son una llamada de auxilio que necesita de una respuesta atenta y compasiva. La persona que contempla el suicidio se encuentra atrapada por pensamientos que la secuestran debido a una depresión, ansiedad intensa, o por el trauma vivido en los contextos que describí anteriormente, 

Mientras estemos vivos hay alternativas. Hablar, escuchar sin minimizar, acompañar y buscar ayuda profesional pueden marcar la diferencia. El silencio no previene: hablar del suicidio sí. Si te preocupa alguien o te preocupas por ti mismo, busca apoyo. Hablarlo con un familiar, un amigo de confianza o un profesional puede salvar vidas.

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