23 de septiembre de 2025
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OPINIÓN

Las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela

La disputa entre Estados Unidos y Venezuela trasciende lo bilateral: es un pulso de poder, ideologías y recursos que redefine el tablero geopolítico global.

En el tablero de la política internacional, la relación entre Venezuela y Estados Unidos ha sido una de las más complejas y tensas de América Latina en las últimas décadas. Hoy, esta tensión no solo refleja un diferendo bilateral, sino también un símbolo de la disputa global entre modelos políticos, intereses estratégicos y narrativas ideológicas en pugna. Examinarla permite comprender que no se trata de un episodio aislado, sino de un fenómeno con implicaciones regionales y globales.

Por un lado, Estados Unidos percibe a Venezuela como un Estado cuyo modelo político y económico desafía directamente la arquitectura de gobernanza que Washington ha intentado consolidar en el hemisferio. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, la estrategia venezolana de proyectar un discurso antiimperialista y de forjar alianzas con actores extrahemisféricos —como Rusia, China e Irán— ha sido vista en Washington como un foco de inestabilidad. Con Nicolás Maduro, la relación se ha deteriorado aún más: sanciones económicas, aislamiento diplomático, entre otros.

Por otro lado, Caracas ha buscado utilizar esa confrontación como un elemento de legitimación interna y externa. Presentar a Estados Unidos como un agresor imperialista que amenaza la soberanía nacional le ha servido al chavismo para reforzar su narrativa y consolidar apoyos en sectores que ven en Washington un enemigo histórico. La estrategia venezolana también se ha traducido en una diplomacia activa hacia Asia, África y organizaciones multilaterales donde busca apoyo para contrarrestar la presión norteamericana.

En el plano económico, las sanciones estadounidenses han limitado de manera drástica la capacidad del gobierno venezolano de comerciar en los mercados internacionales. Esto ha debilitado las finanzas del Estado y ha generado tensiones sociales profundas. Sin embargo, la reciente flexibilización parcial de las sanciones a cambio de compromisos electorales muestra que Washington no descarta un enfoque pragmático cuando lo considera útil para sus intereses estratégicos, particularmente en el ámbito energético global.

Desde la óptica de la política exterior, esta relación es un ejemplo claro del uso del poder. Estados Unidos combina sanciones financieras, restricciones diplomáticas y presión multilateral con un discurso que apela a la democracia y los derechos humanos. Venezuela, en cambio, emplea alianzas alternativas, cooperación militar con potencias no occidentales y un discurso ideológico que busca ganar simpatías en foros internacionales. Este juego de fuerzas no es únicamente bilateral: impacta en organismos como la OEA, la ONU y el propio sistema interamericano de seguridad.

En términos de relaciones internacionales, el caso refleja la vigencia de la teoría realista: ambos Estados actúan en función de sus intereses de poder y supervivencia. Para Washington, se trata de evitar que en su área de influencia surja un socio estratégico de sus rivales globales. Para Caracas, la prioridad es garantizar la continuidad de su régimen, diversificar apoyos externos y resistir las presiones. Sin embargo, también es posible interpretar la dinámica desde una óptica constructivista: las identidades, narrativas y percepciones mutuas han alimentado una espiral de confrontación que no siempre responde a cálculos estrictamente materiales.

Las perspectivas a futuro dependen en gran medida del contexto internacional. La guerra en Ucrania y la creciente competencia entre Estados Unidos y China reconfiguran el valor geopolítico de Venezuela, especialmente por sus vastas reservas de petróleo. En un mundo de tensiones energéticas, el pragmatismo podría abrir espacios de negociación donde la ideología ceda terreno frente a la necesidad. No obstante, mientras persista la desconfianza mutua y la instrumentalización política de la confrontación, la relación seguirá marcada por la tensión.

En conclusión, la disputa entre Venezuela y Estados Unidos es más que un enfrentamiento diplomático: es un laboratorio donde se ensayan estrategias de poder, discursos ideológicos y reacomodos geopolíticos. Entender esta tensión desde la política exterior y las relaciones internacionales nos permite ver que no se trata solo de sanciones o elecciones, sino de un pulso más amplio sobre el futuro del orden internacional y el lugar que América Latina ocupará en él.

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