En un inesperado giro, los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Estados Unidos, Donald Trump, tuvieron un encuentro cordial durante la 80ª Asamblea General de la ONU, mostrando una “excelente química”, según Trump. Este acercamiento contrasta con los meses previos, en los que la relación bilateral estuvo marcada por tensiones y fuertes diferencias políticas.
La crisis comenzó incluso antes del regreso de Trump a la Casa Blanca, cuando Lula manifestó su apoyo a los demócratas y la administración estadounidense amenazó con imponer aranceles a Brasil, afectando su histórica relación de cooperación. Además, la afinidad de Trump con el expresidente Jair Bolsonaro intensificó la disputa, llevando la relación a un punto crítico en décadas.
El gobierno brasileño denunció que estas sanciones son un ataque a la soberanía nacional, atribuyendo la presión estadounidense a intereses vinculados al clan Bolsonaro, especialmente tras las acciones legales contra su hijo y el juez Alexandre de Moraes. Sin embargo, mientras las diferencias se acentuaban públicamente, la diplomacia brasileña trabajaba en un acercamiento con Washington.
Este cambio de postura también responde a la presión económica sobre Estados Unidos, que sufre por la disminución de exportaciones brasileñas, incluyendo productos básicos como el café. La llamada telefónica de Trump a Lula, en la que reconoció esta situación, evidenció la necesidad de mejorar la relación. Este gesto abre la puerta a un diálogo más constructivo en medio de la incertidumbre política brasileña y la próxima contienda electoral.