JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, anunció la «Iniciativa de Seguridad y Resiliencia,» un ambicioso plan a diez años para movilizar 1.5 billones de dólares en financiación e inversión en industrias consideradas cruciales para la seguridad nacional y la resiliencia económica del país. Este compromiso representa una ampliación de $500 mil millones sobre un marco de financiación preexistente, destacando la urgencia del sector financiero ante los riesgos geopolíticos.
La entidad destinará hasta $10 mil millones en inversiones directas de capital de riesgo y capital privado a empresas, principalmente estadounidenses. Los fondos se concentrarán en cuatro áreas estratégicas: cadena de suministro y manufactura avanzada (minerales críticos y robótica), defensa y aeroespacial (drones y comunicaciones seguras), independencia energética (almacenamiento en baterías), y tecnologías de vanguardia como la Inteligencia Artificial (IA) y la computación cuántica.
El CEO Jamie Dimon justificó la medida aludiendo a que Estados Unidos se ha vuelto «demasiado dependiente de fuentes poco fiables» para productos esenciales. Desde una perspectiva crítica, este movimiento formaliza una estrategia de la banca privada para alinear Wall Street con las prioridades de política industrial de Washington, buscando mitigar la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales.
Sin embargo, el éxito del plan no solo depende de la inyección de capital. Dimon también advirtió sobre los desafíos internos, subrayando la necesidad de que el gobierno «elimine obstáculos» como la excesiva regulación y el retraso burocrático, señalando que la inversión masiva debe ir acompañada de una reforma estructural para acelerar la reindustrialización.