Los centros de datos de Microsoft en México han encendido el debate sobre el costo ambiental y social del auge tecnológico. Una investigación de The New York Times documenta que comunidades cercanas a estos complejos enfrentan apagones frecuentes y escasez de agua, problemas que se repiten en países como Irlanda, Chile, Sudáfrica y Brasil, donde la infraestructura digital crece más rápido que los recursos disponibles.
En el centro del país, Microsoft niega que su operación —con una demanda de apenas 12.6 megawatts, equivalente al consumo anual de 50,000 hogares— cause interrupciones eléctricas o desabasto hídrico. Sin embargo, autoridades locales y residentes reportan que la red eléctrica ya era inestable antes de la llegada de estos centros, y su presencia habría presionado aún más sistemas frágiles. En comunidades como La Esperanza, los cortes de agua coincidieron con un brote de hepatitis que afectó a unas 50 personas, mientras los pobladores reclaman que la inversión millonaria no benefició a la población local.
El caso de Querétaro ejemplifica el dilema: un polo tecnológico que atrae inversión de gigantes como Amazon y Google, pero donde los habitantes padecen apagones y deben recurrir a camiones cisterna para suplir el agua. Pese a las promesas de reciclaje y uso eficiente, activistas advierten que los proyectos acaparan recursos y profundizan desigualdades.
El debate refleja una contradicción creciente: el progreso digital avanza en regiones donde el desarrollo básico sigue pendiente. El reto para México será equilibrar su papel como potencia tecnológica sin repetir el patrón de crecimiento excluyente.







