La ministra de Finanzas del Reino Unido, Rachel Reeves, se prepara para presentar su segundo presupuesto de otoño el próximo 26 de noviembre, en medio de una intensa presión para estabilizar las finanzas del país. Reeves ha confirmado que el presupuesto incluirá una combinación de aumentos de impuestos y recortes de gastos para abordar la creciente brecha fiscal, que los pronosticadores estiman podría ascender a cerca de £30 mil millones ($40.1 mil millones de dólares).
El contexto económico es crítico: el Reino Unido lidia con un crecimiento lento, una inflación alta y unos costos de endeudamiento que han alcanzado niveles récord, con los rendimientos de los bonos a 30 años superando el 5%. Reeves ha prometido que las «cifras siempre cuadrarán» bajo su gestión, buscando restablecer la credibilidad fiscal después de la turbulencia generada por anteriores administraciones.
Para cerrar la brecha fiscal, la ministra enfrenta decisiones impopulares. Los analistas señalan que, para crear un mayor «colchón fiscal» que gestione la volatilidad de los mercados, el gobierno debe elegir entre un aumento de los ingresos fiscales o una reducción del gasto en servicios públicos esenciales, como el Servicio Nacional de Salud (NHS).
Críticamente, el presupuesto de noviembre será una prueba clave sobre si el gobierno puede lograr el equilibrio delicado entre la responsabilidad fiscal y la implementación de políticas pro-crecimiento, sin desestabilizar a los mercados ni exacerbar la crisis del costo de vida. La decisión final sobre impuestos y gastos tendrá consecuencias directas sobre la economía y la confianza de los inversores.







