El precio del oro ha recuperado la marca clave de los $4.000 dólares por onza, consolidando su estatus como el activo de refugio más rentable de 2025, con un rendimiento anual que supera el 50%. Este repunte se debe a una convergencia de factores financieros y geopolíticos que están reordenando los flujos de capital a nivel global.
El motor principal del alza es la expectativa de un inminente giro en la política monetaria de Estados Unidos. La perspectiva de recortes en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (Fed), impulsada por señales de debilidad en el mercado laboral y la incertidumbre general, ha debilitado al dólar. Un dólar más blando reduce el costo de oportunidad de mantener oro (que no devenga intereses) y lo hace más atractivo para los inversores extranjeros.
A esto se suman factores de inestabilidad estructural. El oro se beneficia de la demanda de refugio seguro en un entorno de: 1) persistente incertidumbre fiscal en EE. UU. (acentuada por el cierre parcial del gobierno), 2) alta inflación global y 3) tensiones geopolíticas (sanciones a Rusia y conflictos comerciales con China).
Críticamente, la demanda no es solo especulativa. Las compras récord de oro por parte de los bancos centrales de países como China y la India han provocado un cambio estructural en el mercado, buscando reducir su dependencia del dólar y diversificar sus reservas. Aunque el oro ha experimentado correcciones (como la toma de utilidades que lo hizo retroceder temporalmente de los $4.000), los analistas de Wall Street, incluyendo Goldman Sachs, proyectan que el metal mantendrá su tendencia alcista en 2026.





