Las 210 principales presas del país, según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), habían registrado un nivel de captación del 72 % para el 20 de octubre, lo cual representa más de 31 100 millones de metros cúbicos desde el inicio de la temporada de lluvias.
En particular, el sistema de las tres presas que conforman el Sistema Cutzamala —que abastece al área metropolitana del Valle de México— alcanzó un llenado del 96.8 %, la cifra más alta en siete años.
Con esos volúmenes, Conagua estima que el agua acumulada podría abastecer con garantía a las zonas metropolitanas del Valle de México, Guadalajara y Monterrey por hasta una década, siempre que se destine al consumo urbano-público.
Desde un análisis crítico, este escenario favorable es prometedor, pero también genera dos grandes interrogantes:
- Distribución y destino real del agua. Aunque los niveles son elevados, el recurso se ha destinado al consumo público-urbano y agrícola, sin garantías de que se optimice para zonas críticas urbanas o para la recarga de acuíferos.
- Sostenibilidad y preparativos para el futuro. Un buen año hidrológico no exime de implementar infraestructura de tratamiento, eficiencia en redes de agua, control de fugas y políticas de uso sustentable. La posibilidad de abastecer por 10 años puede generar complacencia y dilatar reformas necesarias.
En conclusión, México atraviesa un momento de oportunidad rara vez visto en cuanto a almacenamiento de agua superficial. No obstante, para capitalizarlo, se requiere voluntad política, inversión institucional y transparencia en el manejo del recurso, si verdaderamente se desea transformar esta agua “extra” en un colchón duradero y no en un espejismo pasajero.






