El ecosistema digital mundial vivió un “miércoles negro” tras la caída global de Microsoft Azure, la plataforma en la nube que sustenta buena parte del funcionamiento de servicios tecnológicos, videojuegos y sistemas empresariales. El incidente, originado por un error en el sistema Azure Front Door, afectó a millones de usuarios y compañías alrededor del mundo, provocando interrupciones en servicios como Office 365, Outlook, Xbox, Microsoft Store y Minecraft.
Microsoft confirmó que el problema se debió a un “cambio de configuración involuntario” que alteró el flujo de tráfico en su red global. Aunque la compañía asegura que el servicio se está recuperando progresivamente, miles de usuarios continúan reportando lentitud e intermitencias. La firma informó que los ingenieros han desplegado la configuración válida anterior y activado protocolos de conmutación por error para mitigar los daños.
El impacto no se limitó al ámbito tecnológico. Instituciones financieras como Brubank, en Argentina, también sufrieron afectaciones, demostrando la magnitud de la dependencia global hacia los servicios de computación en la nube. Este suceso llega apenas días después de una caída similar en Amazon Web Services, lo que reabre el debate sobre la concentración de la infraestructura digital mundial en manos de pocas compañías.
Más allá del fallo técnico, la crisis de Azure evidencia un riesgo estructural: la vulnerabilidad de internet moderno ante errores humanos en sistemas centralizados que sustentan el día a día de la economía global.
 
								 
								 
				 
															



 
								


