México ha asumido un rol de liderazgo en el debate del comercio global, proponiendo ante el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) la urgente reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, defendió la iniciativa ante sus pares en la cumbre ministerial en Corea del Sur, argumentando que «conectar a nuestros países y economías requiere de reglas y confianza«, en un contexto de fragmentación comercial y tensiones políticas.
La propuesta mexicana cobra especial relevancia ante el retorno de las políticas proteccionistas globales. Mientras EE. UU. mantiene aranceles elevados, México anunció sus propios planes para aplicar gravámenes de hasta el 50% a importaciones de países sin Tratado de Libre Comercio (TLC), como China y Corea del Sur, en sectores clave como el automotriz y el acero. Esta medida se enmarca en el Plan México, una estrategia industrial para fortalecer la producción nacional y la digitalización.
Críticamente, la estrategia de México es un delicado equilibrio. Por un lado, busca defender a su industria nacional frente a prácticas desleales de comercio (como la subvaluación), lo cual es el objetivo del Plan México. Por otro lado, la iniciativa arancelaria tensiona las relaciones con socios de APEC y es vista por algunos analistas como una respuesta indirecta a la presión de EE. UU. para bloquear productos chinos baratos en el marco del T-MEC.
Al proponer que APEC, un foro que promueve el libre comercio, lidere la reforma de la OMC, México busca restaurar la funcionalidad del sistema multilateral y la previsibilidad legal, elementos que son indispensables para el desarrollo económico y la atracción de inversiones.







