El gobierno del primer ministro canadiense, Mark Carney, presentó su primer presupuesto de gasto, calificado por el propio líder como «la respuesta» a una economía que se resquebraja bajo el peso de los aranceles impuestos por Estados Unidos. Carney, que asumió el cargo en un momento de crisis sin precedentes en las relaciones con EE. UU., afirmó que el presupuesto abordará las nuevas y crudas realidades geopolíticas a las que se enfrenta Canadá.
El plan de gasto está fuertemente enfocado en la inversión pública, incluyendo un fondo de diversificación comercial cuyo objetivo explícito es aumentar la capacidad de Canadá para exportar a otros mercados distintos del estadounidense, buscando reducir la dependencia histórica de su vecino. La necesidad de este giro estratégico se hizo evidente con la contracción económica y el aumento del paro en Canadá, directamente vinculados a la guerra arancelaria de EE. UU.
Críticamente, el presupuesto se presentará con un déficit «muy elevado». El gobierno liberal, aunque promete inversión y recortes en el impuesto sobre la renta, enfrentó críticas de la oposición por el deterioro de la posición fiscal. El desafío para Carney es financiar esta reorientación económica sin comprometer la sostenibilidad de la deuda pública.
La estrategia de Canadá subraya el cambio fundamental en el comercio global, donde incluso los aliados cercanos de EE. UU. ya no pueden depender de la cooperación económica. Carney ha sido enfático al señalar que el antiguo modelo de integración económica profunda con EE. UU. ha terminado y que Canadá debe «cuidarse a sí mismo» y evitar depender de un solo socio extranjero.







