El viernes 12 de noviembre de 2025, un decreto del Kremlin aprobó la venta de las restantes operaciones del banco estadounidense Citigroup en Rusia, permitiendo que sean adquiridas por la firma local Renaissance Capital, eludiendo así el impacto directo de las sanciones occidentales.
Esta decisión institucionaliza el proceso de retirada que Citigroup empezó tras la invasión de Ucrania en 2022, y que ya lo había llevado a cerrar sucursales minoristas y reducir fuertemente su cartera de negocios en el país. El contexto sancionador y regulatorio ruso —que exige aprobación presidencial para transacciones con bancos de países considerados “no amigables”— otorga un tinte más geopolítico a la operación.
Desde una óptica financiera, la venta libera al banco de los retos derivados de operar en un entorno de creciente aislamiento internacional y riesgo regulatorio. Sin embargo, plantea una reflexión crítica: el valor de la transacción y las condiciones de salida quedan opacas, lo que obliga a preguntarse cuántas pérdidas adicionales asumirá Citigroup, y cuántos activos se entregan por debajo de su valor real ante la presión de las sanciones.
Para la industria bancaria global, este acuerdo puede interpretarse como un precedente de cómo los bancos occidentales deben gestionar exposiciones en mercados donde el marco regulatorio se transforma abruptamente. En definitiva, la operación ejemplifica la intersección entre estrategia corporativa, geopolítica y regulación financiera: dejar una economía riesgosa cuesta menos si el comprador está alineado políticamente.







