La COP30, celebrada en Belém, Brasil, alcanzó una acreditación presencial cercana a las 44 000 personas, incluyendo delegaciones, medios y observadores. En los primeros días del evento ya se reportaban más de 26 500 asistentes físicos, entre ellos más de 2 100 periodistas, lo que la coloca como una de las ediciones más concurridas hasta la fecha.
El país anfitrión enfrenta importantes desafíos logísticos: la ciudad de Belém, en la Amazonia brasileña, recibe una afluencia récord de participantes y ha sido objeto de críticas por la falta de hospedaje asequible y la presión sobre la infraestructura local. Muchos países reportaron dificultades para asegurar alojamiento, lo que generó tensiones sobre la capacidad de organización.
La agenda de la conferencia incluye temas como la adaptación al cambio climático, el financiamiento climático y la transición energética. Sin embargo, también sobresalen los contrastes entre objetivos ambiciosos y el estado real de implementación en los países participantes. Brasil destaca por su estrategia de reducción de deforestación y su posición como intermediario global, aunque también se cuestionan algunas políticas energéticas del país.
En este contexto, la COP30 se ha convertido en un termómetro crítico de la voluntad global para actuar frente a la crisis climática. Las cifras y datos revelados reflejan no solo la magnitud del evento, sino también la urgencia de convertir compromisos en acciones concretas que trasciendan discursos y permitan avances tangibles en la mitigación y adaptación al cambio climático.







