Anna Delvey, la famosa estafadora que engañó a la alta sociedad de Nueva York, ha vuelto a los titulares tras su polémica participación en «Dancing with the Stars». Luciendo un monitor de tobillo adornado con joyas, Delvey, cuyo nombre real es Anna Sorokin, desató críticas por su aparición en el programa. Muchos acusan a la cadena ABC de glorificar sus crímenes, mientras que otros se preguntan cómo sigue viviendo en Estados Unidos pese a su situación migratoria.
Delvey fue condenada en 2019 por estafar más de $200,000 al hacerse pasar por una heredera europea. Aunque cumplió parte de su sentencia, sigue bajo arresto domiciliario luchando contra su deportación. Su participación en el programa ha reavivado el debate sobre cómo personas como ella, con antecedentes criminales, pueden seguir recibiendo atención mediática y oportunidades que parecen exaltar sus acciones.
El caso de Delvey ha sido ampliamente cubierto por los medios, incluyendo la serie de Netflix «Inventing Anna». Algunos ven en ella una figura intrigante, mientras que otros, como la periodista Jessica Pressler, afirman que su habilidad para manipular es lo que la ha mantenido en el foco público. A pesar de las críticas, Delvey ha logrado seguir en el ojo de la tormenta, asistiendo a eventos de moda y lanzando su propio podcast, lo que ha generado divisiones en la opinión pública.
La participación de Delvey en «Dancing with the Stars» ha levantado cuestionamientos sobre los límites éticos de la televisión. ¿Es correcto ofrecer una plataforma de entretenimiento a una figura conocida por sus crímenes? Mientras continúa su lucha legal, Delvey sigue siendo un personaje polarizante en la cultura pop, dejando abierta la discusión sobre la justicia y la fama en la sociedad actual.
