21 de noviembre de 2024 10:23 pm
OPINIÓN

Música de Día de Muertos

La música que acompaña al Dies Irae suele ser solemne y dramática, para reflejar la intensidad de este juicio final. Dividido en 18 estrofas, el poema aborda el levantamiento de los muertos, el juicio de las almas...

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En el contexto del Día de Muertos, resulta importante recordar que en la tradición católica existe desde hace siglos una misa especial, conocida como la Misa de Difuntos (Officium Defunctorum) o Requiem. Este rito no solo es una oración solemne por las almas de los fallecidos, sino que también invita a reflexionar sobre la trascendencia y el sentido de la vida misma. Originada en el canto gregoriano, se caracteriza por su interpretación en latín, en una sola voz (monofónica), ejecutada exclusivamente por un coro masculino y sin acompañamiento instrumental.

Esta misa cantada inicia con las palabras «Requiem aeternam dona eis, Domine”.  (Descanso eterno concede a ellos, Señor; y que la luz perpetua brille para ellos. Descansen en paz. Amén)

A lo largo de los siglos, compositores de diversas épocas han musicalizado el Réquiem, creando obras que evocan una profunda emoción y espiritualidad. Ejemplos notables de ello son las versiones de Mozart, Verdi, Fauré, Dvořák, Cherubini, Berlioz, Bruckner, Rutter y Lloyd Webber, entre otros.

Uno de los momentos más sobresalientes de la misa es el Dies Irae , que describe el Día de la Ira o Juicio Final con los versos iniciales: “Dies irae, dies illa, Solvet saeclum in favilla, Teste David cum Sibylla” . Este poema medieval, atribuido al italiano Tomás de Celano un fraile franciscano del siglo XIII, se convirtió en parte fundamental de la misa de réquiem, evocando la llegada de Cristo en su segunda venida.

La música que acompaña al Dies Irae suele ser solemne y dramática, para reflejar la intensidad de este juicio final. Dividido en 18 estrofas, el poema aborda el levantamiento de los muertos, el juicio de las almas, la condenación de los malvados y la salvación de los justos. En su simbolismo, encontramos alusiones a la Biblia, la tradición cristiana y la mitología clásica:

David y la Sibila , como símbolos de la profecía y la sabiduría.

El Libro de la Vida , que representa el registro de las acciones humanas.

El fuego y la ceniza , símbolos de destrucción y purificación.

La influencia del Dies Irae se extiende también a la literatura, el arte y otras expresiones culturales: Dante, en La Divina Comedia , se inspira en este poema para describir el Juicio Final; Milton, en El Paraíso Perdido , alude a su imaginería en la caída de los ángeles; y Poe evoca su atmósfera sombría en El Cuervo . En la pintura, Miguel Ángel se basó en esta visión para crear El Juicio Final , mientras que artistas como William Blake y Gustave Doré también tomaron elementos del Dies Irae para sus ilustraciones.

La misa de réquiem generalmente consta de las siguientes partes:

Introito (Réquiem aeternam)

Kyrie (Señor, ten piedad)

Secuencia (Dies Irae)

Ofertorio (Domine Jesu Christe)

Sanctus y Benedictus

Agnus Dei

Comunión

Algunas versiones incluyen el Libera Me y el In Paradisum , que suelen añadirse

En su variedad y expresividad, el Réquiem continúa siendo una obra relevante, conectando lo humano con lo trascendental, uniendo culturas y épocas a través de una meditación sobre la muerte y la esperanza de la vida eterna.

El texto completo del Dies Irae dice así:

¡Será un día de ira, aquel día en que el mundo se reduzca a cenizas, como predijeron David y la Sibila! ¡Cuánto terror habrá en el futuro cuando el juez haya de venir para hacer estrictas cuentas! La trompeta resonará terrible por todo el reino de los muertos, para reunir a todos ante el trono. La muerte y la naturaleza se asombrarán, cuando todo lo creado resucite para responder ante su juez. Se abrirá el libro escrito que todo lo contiene y por el que el mundo será juzgado. Entonces, el juez tomará asiento, todo lo oculto se mostrará y nada quedará impune. ¿Qué alegaré entonces, pobre de mí? ¿De qué protector invocaré ayuda, si ni siquiera el justo se sentirá seguro? Rey de tremenda majestad tú que salvas solo por tu gracia, sálvame, fuente de piedad. Acuérdate, piadoso Jesús de que soy la causa de tu calvario; no me pierdas ese día. Por buscarme, te sentaste agotado; por redimirme, sufriste en la cruz, ¡que tanto esfuerzo no sea en vano! Justo juez de los castigos, concédeme el regalo del perdón antes del día del juicio. Sollozo, porque soy culpable; la culpa sonroja mi rostro; perdona, oh Dios, a este suplicante. Tú, que absolviste a Magdalena y escuchaste la súplica del ladrón, dame a mí también esperanza. Mis plegarias no son dignas, pero tú, que actúas con bondad, no permitas que arda en el fuego eterno. Colócame entre tu rebaño y sepárame de los impíos situándome a tu derecha. Condenados los malditos, arrojados a las llamas acerbas, llámame entre los benditos. Te ruego compungido y de rodillas, con el corazón contrito, casi en cenizas, que cuides de mí en el final. Será de lágrimas aquel día, en que del polvo resurja el hombre culpable, para ser juzgado. Perdónalo, entonces, oh Dios, Señor de piedad, Jesús, y concédele el descanso. Amén.

El texto original en latín, es un poema con métrica y rima.

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