Es bien conocido que el cambio es una situación que normalmente nos causa nervios, estrés o hasta ansiedad debido a la incertidumbre que representa. A muchas personas no les gusta el cambio, la tranquilidad de lo conocido les da paz y no desean perderla. Sin embargo, también existen personas que lo buscan ferozmente: cambian de trabajo, de amistades, de casa y hasta de país buscando ampliar sus horizontes, conocer cosas nuevas, romper la rutina, dejar atrás experiencias pasadas o hasta huir.
Toda nuestra vida está acompañada por el cambio: nos formamos en el vientre de nuestra mamá y a partir de ahí no dejamos de cambiar: nacemos, somos bebés, crecemos y nos convertimos en niños; seguimos creciendo y nos volvemos adolescentes, que por cierto es la etapa que considero conlleva la mayor parte de los cambios y son tantos que hasta nos cuestionamos quienes somos. Y continuamos creciendo hasta volvernos adultos y los cambios continúan sin cesar hasta el día de la transformación final.
Entonces, si convivimos con el cambio todo el tiempo, ¿por qué le tememos? No ganamos nada evitándolo porque éste siempre sucederá. Desde la antigüedad nos advertían sobre el cambio: de acuerdo a Heráclito de Efeso, lo único permanente es el cambio y lo que él sugería era fluir. Yo creo que basado en esto sería más fácil abrazar los cambios que vivimos si habláramos mejor de evolución.
La vida, como dicho anteriormente, es una evolución constante y nuestra existencia también. Cada modificación que enfrentamos en la vida es para crezcamos físicamente pero también mental, emocional y espiritualmente. Por fortuna son pocas las circunstancias en que éstas se dan al mismo tiempo, ya que cuando esto pasa literalmente nuestra existencia se convulsiona haciéndonos pasar por momentos muy difíciles y duros que, como si fuésemos espadas, nos forjan, nos fortalecen y al salir de esta etapa de prueba somos diferentes, nos hemos reconfigurado, hemos evolucionado.
¿Y el fluir? Es una palabra muy de moda desde hace unos años a la fecha, con diferentes interpretaciones desde relájate hasta confía. La imagen sugerida es la del agua en un río que corre, que fluye, que no opone resistencia, que no se frena su camino. En lo personal me gusta mucho el entender que fluir es confiar: Confiar en Dios, en el Universo, en la Vida, en uno mismo. Es saber que todo saldrá bien. Es comprender que estos cambios que viví, que vivo o viviré son necesarios para mi evolución como ser humano. Es el proceso tan mencionado que vive una oruga para transformarse en una mariposa. Un proceso con tiempos perfectos, a veces doloroso pero cuyo resultado es extraordinario.
Te invito a que abraces con confianza tus cambios para tu evolución personal, porque estoy segura de que esta reconfiguración de tu ser tendrá un resultado extraordinario.