A diez años del hallazgo del Huei Tzompantli de Tenochtitlan, el emblemático altar de cráneos mexicas descubierto en 2015 bajo el Centro Histórico de la Ciudad de México, los estudios continúan revelando información crucial sobre los antiguos rituales de esta civilización. Este proyecto, liderado por el Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH, se encuentra actualmente en una fase de gabinete que ha permitido avanzar con análisis científicos sin precedentes.
Una muestra de 214 cráneos humanos fue estabilizada y está siendo examinada en la ceramoteca del Museo del Templo Mayor. Expertos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), junto con instituciones internacionales como la Universidad de Georgia y el Instituto Max Planck en Alemania, están llevando a cabo análisis de isótopos estables y ADN antiguo para determinar el origen geográfico, edad, sexo, enfermedades, y hasta las prácticas culturales aplicadas a estos restos.
El análisis de los isótopos de carbono, oxígeno y estroncio, extraídos de los primeros molares, busca determinar la región de nacimiento de los individuos, ya que estos elementos se incorporan al organismo durante los primeros años de vida. En paralelo, los estudios genéticos permitirán entender más sobre la diversidad biológica y los posibles vínculos entre los sacrificados, muchos de los cuales formaron parte de empalizadas ceremoniales antes de ser incorporados a la torre.