A septiembre de 2024, la Ciudad de México contaba con 26 582 espacios registrados en Airbnb, de los cuales la alcaldía Cuauhtémoc concentra más de 12 200, según El Economista. Le siguen, en orden, Miguel Hidalgo, y luego Benito Juárez, Coyoacán y Álvaro Obregón como parte del top cinco de alcaldías con más alojamientos temporales.
La fuerte concentración en zonas como Roma, Condesa y el Centro Histórico no es casualidad: esos barrios han absorbido gran parte del crecimiento turístico alojativo. De hecho, en colonias como Condesa, Roma Norte e Hipódromo, hasta 25 % de las viviendas se destinan a Airbnb. Este fenómeno, según especialistas, ha contribuido al encarecimiento de rentas y al desplazamiento de residentes permanentes, alimentando la gentrificación. Aunque Airbnb también genera beneficios económicos para comercios locales y anfitriones —en 2024, dejó más de 22 000 millones de pesos en la capital—, el desequilibrio entre turismo y vivienda residencial plantea desafíos urgentes.
Este panorama refuerza la necesidad de una regulación eficaz y equilibrada: limitar rentas excesivas, preservar el perfil habitacional de las colonias afectadas y garantizar que el crecimiento turístico no sea a costa del derecho a la vivienda. Políticas como el tope del 50 % de ocupación anual podrían ser un paso, pero deben aplicarse con transparencia y seguimiento.
