El martes 19 de agosto de 2025, un vagón del Tren Maya sufrió un descarrilamiento en la estación de Izamal, Yucatán, perteneciente al Tramo 3, mientras ingresaba a baja velocidad. Afortunadamente, no se registraron heridos; los pasajeros fueron evacuados y trasladados por autobús a sus destinos, mientras la operación continuó normalmente en el resto de la ruta.
El incidente generó preocupación durante la temporada vacacional, en especial porque no es el primero: en marzo de 2024, hubo un evento similar en Tixkokob, también en el Tramo 3, sin consecuencias graves. En esta ocasión, se activó una “Comisión Dictaminadora” para investigar las causas, mientras personal de Protección Civil, Guardia Nacional y Fonatur acudieron a resguardar la zona.
Este hecho añade presión sobre uno de los megaproyectos más emblemáticos del sexenio anterior, el cual ya ha sido cuestionado por su seguridad, su impacto ambiental y su baja demanda de pasajeros.
Si bien el manejo inmediato del incidente fue diligente—evacuación rápida, protocolos activados e investigación en curso—, la recurrencia de este tipo de percances sugiere que los riesgos operativos aún persisten. Resulta indispensable transparentar los hallazgos técnicos y aplicar mejoras profundas en infraestructura, protocolos y mantenimiento, para evitar que los incidentes, incluso sin víctimas, minen la confianza pública en el proyecto.