8 de octubre de 2025
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OPINIÓN

El respeto a la vida

Cada vida humana es única e irrepetible; recuperar el respeto comienza en la familia, con educación y amor frente a la cultura de la muerte.

Lo admito: ¡estoy en shock! Las noticias de las dos últimas semanas me han impactado mucho. El asesinato de una persona porque tiene ideas diferentes a las de uno, y el asesinato de un estudiante en una prepa pública de la ciudad de México, porque el agresor lo copió de lo que ve en las pantallas, es aterrador.

¿Cuándo se decidió que la vida humana no tiene valor? ¿Cómo se ha caído tan bajo que nos comportamos como animales salvajes destruyendo por miedo a quienes creemos que son una amenaza para nosotros? ¿Dónde quedó el supuesto desarrollo, avance, cultura, raciocinio y humanidad que decimos caracteriza al hombre? Últimamente, me cuesta mucho encontrarlo.

He tenido la suerte, la oportunidad, el privilegio de ser madre biológica de mis hijos. Yo sé lo que es que la vida se desarrolle dentro de tu cuerpo, de los cambios que experimentas en todos los aspectos de tu ser: emocional, espiritual, mental y por supuesto físico. Sé que, en un año, sólo se tienen12 o 13 posibilidades de que un óvulo se fecunde por un espermatozoide.  Eso representa el 3.2% de probabilidades en un año.  Son pocas.

También sé que hay enormes avances científicos para ayudar a las parejas que no pueden tener hijos por medio naturales: ahí entran un sinfín de tratamientos, entre ellos la fecundación in vitro. Y también sé de hermosas opciones donde dos deseos hacen un milagro: el deseo de ser padres y el deseo de tener papás, esta es la familia por adopción.

Lo anterior nos demuestra los esfuerzos que cuestan una vida humana, los cuales son muchos y diversos. Aunémosle que la cada vida humana es única y por supuesto irrepetible.  La combinación de ADN de cada uno de nosotros no es igual en ninguno.

Frente a esto, viendo lo precioso y único de la vida, ¿por qué esta siendo despreciada al grado de acabar con ella? ¿por qué los jóvenes o las personas que matan u ordenan matar no la valoran? ¿Qué podemos hacer para contrarrestar esta situación que desde hace mucho tiempo San Juan Pablo II ya llamaba cultura de la muerte?

Pues regresemos a lo básico que es la familia. Esa familia que se formó con amor y con ilusión al tener un bebé. A esos papás que son responsables de alimentar a sus hijos, no sólo físicamente, sino también alimentarlos mentalmente, espiritualmente y emocionalmente; que son responsables de su educación. Esa familia donde, todas sin excepción, enfrentan problemas diarios a veces de pronta y fácil resolución y a veces con problemas profundos, difíciles y en momentos sin salida evidente.

No.  No es fácil ser un padre presente, un padre que al educar va en contra de la corriente de los papás que deciden ser “amigos” de sus hijos y que les importa más ser populares que atravesar momentos difíciles con sus descendientes porque los están formando para la vida. No es fácil porque ahora tenemos un elemento llamado tecnología que, aunque nos facilita ciertas tareas, nos dificulta mucho la formación, el control de la información adecuada para la edad de nuestros hijos y que le da ideas terribles como los retos de las redes sociales, sin medir las consecuencias reales de realizarlos y en donde la vida de nuestros hijos corre peligro. Esa tecnología a veces es nuestro enemigo al momento de educar.

La tarea es enorme, más no imposible. Las escuelas, las iglesias, los grupos a los que pertenecemos pueden apoyarnos para reforzar lo que educamos en casa.  Aprendamos a respetar. A respetar el punto de vista diferente al nuestro, a respetar los gustos diversos a los nuestros, a respetar nuestro hogar que es el planeta y a respetar y valorar lo maravilloso de cada vida humana que es única e irrepetible.

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