La economía mundial mantiene una faceta sorprendentemente resistente ante choques comerciales y geopolíticos, pero los indicadores comienzan a emitir advertencias. Según el reciente análisis de El Economista, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, advirtió que aunque la resistencia global ha resistido múltiples sacudidas, el entorno aún no ha sido verdaderamente puesto a prueba.
En su discurso previo a la asamblea anual del FMI y el Banco Mundial, Georgieva matizó que el crecimiento mundial “se desacelerará ligeramente” en 2025 y 2026, aun cuando ha evolucionado “mejor de lo que se esperaba, pero peor de lo que necesitamos”. Al mismo tiempo, advirtió del riesgo de una corrección brusca de las elevadas valoraciones bursátiles, así como del efecto arrastre que condiciones financieras más restrictivas podrían desencadenar.
La advertencia es inequívoca: esa “resiliencia” todavía no ha sido sometida al estrés real del mercado. Georgieva llamó a los gobiernos a reforzar políticas institucionales, mantener finanzas públicas sanas y fortalecer el sector privado para mitigar vulnerabilidades sistémicas. El FMI proyecta que la deuda pública global superará el 100 % del PIB hacia 2029, lo que dejará menos márgenes para enfrentar nuevas crisis.
Críticamente, el temor radica en que una fuerte corrección de precios activos o una reversión de confianza pueda golpear a los países emergentes con menor capacidad de reacción. Las economías con reglas fiscales débiles podrían verse más expuestas. El riesgo no es una recesión inmediata, sino que la “resistencia” actual se convierta en un espejismo: el tiempo y los desequilibrios acumulados podrían desnudar su fragilidad.