El gobierno ruso ha planteado aumentar el IVA del 20 % al 22 % para 2026 como parte de su estrategia para financiar gastos militares y contener el déficit presupuestal. Esta medida, junto con la supresión de deducciones fiscales aplicadas a servicios bancarios —como procesamiento de tarjetas y pagos de comerciantes—, presionará la rentabilidad del sector financiero.
Según el director general de Sberbank, German Gref, el conjunto de estos ajustes podría restar hasta 277 000 millones de rublos (aproximadamente 3 400 millones de dólares) en beneficios bancarios para 2026, es decir, una caída de hasta 9 %. Aun así, la propia entidad espera un crecimiento moderado del 6 % al 7 % en sus utilidades durante 2025, pese al entorno adverso.
El panorama para el sistema bancario se agrava por una política monetaria restrictiva: la tasa de interés de referencia se ubica en 21 %, lo que ya frena la demanda de crédito, debilita la expansión de carteras y endurece el perfil de riesgo para los bancos.
Desde una perspectiva crítica, aunque la alza del IVA pueda aliviar las tensiones fiscales, su repercusión sobre el sector bancario —un pilar clave en la estructura económica rusa— merece cautela. Golpear sus márgenes en momentos de fragilidad económica podría intensificar una desaceleración más profunda. El dilema entre sostener el gasto militar y preservar la solidez del sistema financiero emerge como un punto de inflexión en la estrategia económica del Kremlin.