El bloqueo presupuestario en el Congreso de Estados Unidos ha llevado a un cierre parcial del gobierno federal, una parálisis que ya se traduce en pérdidas económicas significativas y amenaza con el colapso del sistema de viajes y turismo. La U.S. Travel Association (USTA) estima que el cierre está costando al sector cerca de $1.000 millones de dólares a la semana.
La interrupción ha generado consecuencias inmediatas en servicios clave. Aunque los agentes de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA) y los controladores de tráfico aéreo son considerados esenciales y están obligados a trabajar, lo hacen sin recibir salario. Expertos en aviación advierten que la presión sobre el personal y la escasez de controladores, ya existente, podrían provocar un aumento dramático en el ausentismo, lo que se traduciría en largas filas, demoras de horas y cancelaciones de vuelos en los principales hubs del país.
Además del colapso aéreo, la crisis golpea al sector turístico. Parques nacionales icónicos como Yellowstone y el Gran Cañón, así como museos y monumentos federales (como la Estatua de la Libertad), han suspendido o limitado sus servicios, afectando a las economías locales que dependen del gasto de los visitantes.
Críticamente, el shutdown no solo es un problema de servicio público, sino un riesgo macroeconómico. Los economistas calculan que cada semana de cierre resta entre 0.1 y 0.2 puntos porcentuales al crecimiento anualizado del PIB. La incertidumbre política, la paralización de permisos de negocio y la pérdida de productividad de los trabajadores federales son factores que enfrían el consumo y la inversión, profundizando los temores de una desaceleración económica.







