Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori y figura emblemática de la derecha peruana, confirmó su participación en las elecciones presidenciales de 2026, convirtiéndose en candidata por cuarta ocasión consecutiva. Durante un acto del partido Fuerza Popular en Lima, la política reafirmó su compromiso con “restaurar la estabilidad y el orden” en el país.
En su discurso, Fujimori aseguró que su nueva postulación responde a la necesidad de rescatar al Perú de la crisis política y económica que atraviesa. Prometió promover la inversión, combatir la corrupción y fortalecer las instituciones democráticas. También destacó que su experiencia y la de su partido serán claves para “recuperar la confianza y reactivar la economía nacional”.
A pesar de sus declaraciones, la candidatura de Keiko genera división en la opinión pública. Mientras sus simpatizantes la consideran una figura firme y con liderazgo, sus detractores la asocian con los escándalos judiciales que han afectado a su entorno político, incluyendo investigaciones por presunto lavado de activos.
Con este anuncio, el panorama electoral peruano comienza a definirse. Fujimori competirá en un escenario fragmentado, marcado por la desconfianza ciudadana y el desgaste de los partidos tradicionales. Su reto principal será convencer a un electorado que en las tres elecciones anteriores le negó la victoria en segunda vuelta, aunque en todas estuvo cerca de alcanzar la presidencia.







