La Comisión Europea ha ajustado a la baja su pronóstico de crecimiento económico para la Eurozona, reduciendo la previsión del Producto Interno Bruto (PIB) para 2026 del 1.4% a un más modesto 1.2%. Esta revisión sombría se debe a una combinación de factores que están lastrando la actividad económica en el bloque, a pesar de que el gas ha bajado de precio.
La principal causa de la desaceleración es la persistencia de la inflación, particularmente en el sector de servicios, lo que ha obligado al Banco Central Europeo (BCE) a mantener los tipos de interés en niveles restrictivos por un periodo prolongado. El alto costo del crédito se traduce en una reducción de la inversión privada y un freno en el consumo de los hogares, los cuales están priorizando el gasto esencial.
Críticamente, la Comisión advierte que, si bien la inflación general ha cedido, la rigidez de la inflación subyacente (que excluye energía y alimentos) es la mayor preocupación. Además, la divergencia en el crecimiento entre los miembros de la Eurozona se está ampliando, con Alemania e Italia enfrentando desafíos de estancamiento más severos.
La Comisión insta a los gobiernos a utilizar el capital de los fondos Next Generation EU para impulsar reformas estructurales y aumentar la competitividad. La dependencia de políticas de estímulo fiscal y la necesidad de reducir la deuda pública en un entorno de bajo crecimiento son los desafíos centrales para evitar un estancamiento prolongado en la Eurozona.







