El reconocido economista Gabriel Zucman, conocido por su trabajo pionero en la medición de la evasión fiscal y los paraísos fiscales, ha calificado la propuesta de un impuesto a los multimillonarios como el «mínimo exigible» y no como una idea política radical. Zucman, cuyo trabajo influyó en el acuerdo de la OCDE para establecer un impuesto mínimo global del 15% a las corporaciones, argumenta que es imperativo aplicar principios similares a la riqueza individual.
El argumento central es que la evasión y elusión fiscal han permitido que las fortunas más grandes crezcan a un ritmo mucho más rápido que la economía productiva. Sus investigaciones demuestran que, debido a los loopholes legales y la desregulación, los milmillonarios pagan impuestos efectivos mucho más bajos que la clase media.
Desde una perspectiva crítica, la propuesta de Zucman (que incluye gravar con una tasa mínima del 2% a fortunas superiores a $100 millones de dólares) no solo busca la justicia social. También se presenta como una medida de estabilidad económica. La recaudación de este impuesto podría generar billones de dólares a nivel mundial, recursos que los gobiernos podrían invertir en servicios públicos esenciales (educación, salud) y en la transición energética.
La implementación de un impuesto global a la riqueza enfrenta desafíos logísticos y de soberanía. Sin embargo, Zucman insiste en que la cooperación internacional es esencial para eliminar los paraísos fiscales y asegurar que la riqueza global contribuya de manera justa a financiar las necesidades sociales y económicas de los países.



