Rodrigo Saval Pasquel

En el actual sexenio, la falta de resultados se ha vuelto uno de los principales negativos del gobierno en turno. No obstante, el líder simbólico de esta administración ha sido lo suficientemente hábil para dirigir la conversación pública hacia donde él ha querido. Y en el camino, su estrategia le ha sido útil para hacer una jugada que tal vez nadie había visto venir, y que apenas hoy comienza a ser visible en términos de sucesión presidencial.
Como lo han hecho muy pocos titulares del Ejecutivo, López adelantó la tradición de la sucesión presidencial a tiempos inusuales, puesto que anteriormente se usaba el esperar al último momento para realizar el “destape” oficial del candidato. Esta decisión, además de romper con las viejas costumbres, le regala al Presidente varias ventajas tácticas y —si mi suposición es correcta— ninguna desventaja.
El mayor de los aciertos al tomar esta decisión, fue que no únicamente adelantó la sucesión de Morena, sino que con esta decisión también obligó a los demás partidos a revelar sus cartas antes del “flop” —si entendemos la política como un juego de póker—. Al ver que juegos tenían sus contrincantes siendo el “el dealer”, le fue posible reorganizar su estrategia para debilitar las manos de sus contrarios.
Tras conocer los ases bajo la manga de la oposición, López decidió cambiar el juego de pokér a Whac-a-mole. Ahora solo tenía que esperar a que sus contrincantes fueran asomando las cabezas poco a poco para que cuando las enseñaran —con el poder del Estado y el uso faccioso de las instituciones—, les pudiera dar un mazazo que los sacara de la contienda. Si tienen buena memoria, el primer desafortunado en levantarla fue Ricardo Anaya, quien hoy desde el exilio libra una complicada batalla legal que a su vez lo debilita en sus intenciones de buscar la Presidencia de la República en 2024.
Si entendemos esta decisión desde un punto de vista al interior de Morena, suceden varias cosas. Saca de la contienda a sus principales rivales políticos al interior de su partido, y los debilita mientras inteligentemente dirige ese apoyo a quien el busca fortalecer en términos de operación política.
Dentro de la sucesión, quien más se ha visto fortalecida es Sheinbaum, morenista que —según radio pasillo— además de ser ciegamente leal a López, también es manipulable, situación que resulta útil para López si entendemos que quiere seguir gobernando a través de vasallos una vez terminado su sexenio. Pero este truco —para el infortunio de Sheinbaum— también se vuelve útil si lo que busca el Presidente es nombrar a alguien más como heredero de la silla presidencial.
Un año antes de la selección no formal de candidatos a la Presidencia, ha surgido un nuevo Presidenciable que no muchas personas tenían en el radar. Más sin embargo, con el pasar del tiempo, el dedo de Palacio cada vez apunta más hacia él y menos hacia Claudia. Me refiero al Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien además de haber demostrado un tremendo talento electoral en la revocación de mandato en Tabasco, tiene vínculos cercanos al Presidente desde los inicios de su carrera política.
Si analizamos en retrospectiva el hecho anterior, no suena loco asumir que desde un inicio, López sabía que su sucesor sería alguien con su mismo apellido. Pero siendo fiel a su estrategia, sabía que sería un error “destaparlo” tan temprano puesto que esto alinearía las baterías de la oposición a derribar a su sucesor, así como él tenía planeado hacerlo con sus enemigos.
No obstante, también le dio la brillante idea de ilusionar a alguien más con el sueño de la Presidencia para inadvertidamente volverla un pararrayos de calumnias, ataques, atención y tensión política. Aun así, me parece pertinente recordarle al lector que en 2017, el PRI jugó a la sucesión presidencial como si tuvieran el 2018 en la bolsa. Y quien no conoce la historia…