Eduardo López Chávez
La propiedad privada es una condición necesaria para el capitalismo y una sociedad libre. Todos los recursos son escasos. Un sistema económico basado en la propiedad privada y el libre intercambio hace posible que estos sean aprovechados de la forma más eficiente y responsable.
La propiedad privada se refiere a la facultad exclusiva que un particular tiene para adquirir, aprovechar y transferir un determinado recurso. Esto incluye también los beneficios (rentas) derivados de la explotación del recurso y/o del libre intercambio de este.
Además, se considera que la propiedad privada es un complemento de la libertad individual y política. En la medida en la que se restringe el derecho a la propiedad, se inclina la balanza de los poderes, de los ciudadanos hacia los gobernantes.
Sobre esto último, Milton Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976) explicaba que, cuando los factores de la producción están en manos de particulares, es más factible promover una amplia variedad de ideas políticas, que cuando estos se encuentran en poder del Estado. En el primer caso, es viable que un individuo rente imprentas y pague por espacios publicitarios en medios de comunicación, en posesión de otros particulares, para promover sus ideas políticas. En el segundo supuesto, dudo que, si el gobierno tiene la propiedad de las imprentas y periódicos, permita que alguien haga propaganda de ideas diferentes a las del Estado.
Además, conforme los individuos acumulan propiedad, gozan de una mayor autodeterminación. Esto quiere decir que son menos propensos a que sus decisiones estén sujetas a factores externos, como lo podrían ser las presiones políticas. “Un hombre es libre en la medida en la que tiene dominio exclusivo sobre aquello que posee” (Pilon, 2017).
Otro beneficio de una sociedad donde se respeta la libertad a la propiedad es que se fomenta la cooperación y el libre intercambio entre individuos. Esto produce a su vez una sociedad más pacífica, puesto que la alternativa a ello es la transferencia de la propiedad mediante mecanismos violentos.
De la misma manera, se favorece el aprovechamiento eficiente de los recursos, los cuales son escasos. En este respecto, el sistema de precios -otra característica esencial del capitalismo- entra en juego. Aquellos que ofrezcan un mayor precio al dueño del bien en cuestión son quienes consideran que podrían darle un mejor uso al que tiene actualmente. Más aún, los propietarios de un recurso en particular estarán interesados en darle un uso responsable y sostenible. Por el contrario, cuando se elimina la propiedad privada y el sistema de precios, la asignación de los recursos se vuelve arbitraria y con base en fines políticos y no económicos. Además, se pierden los incentivos para aprovechar en todo su potencial los recursos, puesto que no queda claro quién obtendrá los beneficios. Un burócrata que administra una empresa estatal percibe el mismo sueldo, sin importar si se generan utilidades o pérdidas. No tiene ningún interés en trabajar horas extra para mejorar la rentabilidad de la empresa.
Es importante reconocer que hay situaciones en las que es muy complicado o costoso definir los derechos de la propiedad. Esto conlleva a dificultades para enfrentar situaciones como la contaminación derivada de algunas actividades económicas. Por ejemplo, ¿cómo medir precisamente el impacto en el medio ambiente que resulta de las actividades económicas? ¿cómo y quienes deben de pagar por el daño? ¿cómo y quienes deben de ser compensados? Para ello, se ha buscado recurrir a alternativas, como a las regulaciones ambientales.
La problemática que pudiera derivarse de las dificultades para definir en algunos casos los derechos de la propiedad son mínimas comparadas con las consecuencias adversas de vivir en una sociedad donde no se respeta el derecho de los individuos a la propiedad privada.
No olvidemos las lecciones históricas del siglo pasado. La colectivización forzada de la producción agrícola en la Unión Soviética durante la primera parte de la década de los 30’s produjo la muerte de al menos 5 millones de personas. La depresión económica y la corrosión del tejido social provocaron actos de canibalismo, robos, linchamientos, etc.
