Arturo Damm Arnal
La inflación, definida como el aumento en el Índice de Precios al Consumidor, es la pérdida en el poder adquisitivo del dinero y, desde el momento en el cual el trabajo se paga con dinero, es también la pérdida en el poder adquisitivo del trabajo, que viola el derecho a la propiedad privada.
Tres son las posibilidades con relación al poder adquisitivo del dinero y del trabajo.
Que se mantenga: que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se pueda comprar la misma cantidad de los mismos bienes y servicios.
Que baje: que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, pueda comprarse una menor cantidad de los mismos satisfactores. En una palabra: inflación.
Que aumente: que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se pueda comprar una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios. En una palabra: deflación.
De las tres opciones, cara al bienestar de los consumidores (que depende de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que dispongan, la mayoría de los cuales deben comprarse y por los cuales debe pagarse un precio), la mejor opción es la deflación y la peor la inflación.
Si de mí dependiera, para mi dinero elegiría la deflación, porque me conviene que, con la misma cantidad de dinero, y por lo tanto con la misma cantidad de trabajo, al paso del tiempo pueda comprar una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios, lo cual aumentaría mi bienestar.
Lo curioso del caso, por llamarlo de alguna manera, es que el Banco de México ha elegido, como meta de su política monetaria, la peor de las tres opciones, la inflación, fijando una meta anual del tres por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, siendo la máxima inflación aceptable cuatro y la mínima dos, por lo que, si sobrepasa el límite superior debe bajarla (entendible), y si supera el inferior debe subirla (inexplicable).
Al fijar una meta de inflación el Banco de México está de acuerdo con la pérdida del poder adquisitivo de nuestro dinero y de nuestro trabajo, pérdida que viola nuestro derecho a la propiedad privada.
Si aceptamos que la persona tiene el derecho al producto íntegro de su trabajo, trabajo que en la mayoría de los casos se paga con dinero, la pérdida en el poder adquisitivo del dinero, que es también la pérdida en el poder adquisitivo del trabajo, viola el derecho a la propiedad privada, razón por la cual, en el peor de los casos, la opción de política monetaria de los bancos centrales debe ser a favor de la preservación del poder adquisitivo del dinero y del trabajo, y, en el mejor, a favor de su aumento, pero no de su pérdida, tal y como es el caso del Banco de México.
Durante la primera quincena de junio la inflación anual fue 6.02 por ciento, 50.5 por ciento por arriba de la máxima aceptable, cuatro por ciento, según la meta establecida por el banco central, lo cual me lleva a la siguiente pregunta: ¿qué tan eficaz es el banco central para cumplir sus propias metas de inflación?
Malo que el Banco de México tenga una meta de inflación, peor que no sea capaz de cumplirla, lo cual da como resultado la violación del derecho de propiedad privada: alguien (¿quién?), se queda con parte del producto de nuestro trabajo (¿para qué?).
