Desde el principio de los tiempos, los seres humanos han buscado encontrar el sentido de las cosas. ¿Por qué llueve?, ¿a dónde se va el sol durante la noche?, ¿cómo surge el fuego?, ¿qué sucede después de morir?, ¿por qué existimos? Son demasiadas preguntas que parecieran no tener una respuesta correcta para sociedades primigenias que necesitaban saber dónde estaban paradas en un mundo aparentemente hostil.
En la actualidad, y gracias a los avances científicos, las personas pueden entender cuestiones mundanas de su realidad como el ciclo del agua, la rotación terrestre, la combustión, e incluso hasta que el átomo, la unidad más pequeña de la materia, está compuesto de neutrones, protones que están estos mismos, compuestos por quarks. Para las preguntas metafísicas sobre la existencia, las respuestas son un poco más complicadas, y dependen de las creencias religiosas o filosóficas de cada persona.
Una cosa es clara: siempre habrán preguntas, y por ende, siempre habrá necesidad de tener sus respuestas. Y antes de que existiera la ciencia y la filosofía, el hombre reconoció la importancia de la narración y empezó a contar historias con deducciones a todas las disyuntivas existenciales que poseía. Poco a poco, esos relatos maravillosos se volvieron populares y se convirtieron en verdades, tal vez no comprobables bajo un método científico, pero sí para un sistema de creencias compuesto y compartido.
Estos mitos que hablan de cómo un dios creó al mundo y al ser humano permitían tener a las primeras sociedades una razón de ser y la búsqueda de agradar a seres increíbles y todopoderosos para colmarse de bendiciones y tener una muerte digna, con un descanso perenne y sin sufrimiento. Los fenómenos naturales, la biología, y las minucias de las relaciones humanas tenían nombres y apellidos, y toda una genealogía detrás de ellos.
Los mitos nórdicos no se quedan atrás. Últimamente se han popularizado porque uno de estos dioses se ha convertido en uno de los Vengadores favoritos de los adeptos a los cómics de Marvel; también, han surgido varias series “históricas” con dramatizaciones de las posibles vidas que tuvieron los vikingos y habitantes del norte de Europa. Thor, Loki, Odín, Frigg, Balder, Hela, las valquirias… todos ellos fueron los protagonistas de la cosmogonía nórdica.
Y aquí, entra el autor de la semana, el multipremiado Neil Gaiman, un brillante escritor que ha compuesto novelas variopintas, desde Coraline hasta Buenos presagios, y que ha buscado plasmar su fascinación hacia varias mitologías en varias de sus obras. Para el caso de las culturas vikingas, escribió Mitos nórdicos, una radiografía de los dioses escandinavos muy bien documentada y excelentemente novelada con diálogos simpatiquísimos entre Thor y Loki.
Arrancando con una presentación de las deidades más importantes, Gaiman nos encamina a la historia de Asgard para terminar con el final esperado: el Ragnarok. Además, incluye un glosario para los que no están familiarizados con la terminología nórdica. Puede ser considerado material de divulgación, también una novela fantástica, pero para los fans del autor, es una genialidad.
Tal vez no necesitamos morir dramáticamente en combate mientras empuñamos un mazo para conocer el Valhalla: podemos leer esta obra desde la comodidad de nuestra casa. Aunque no tengamos a la mano los cuervos, el tiburón fermentado y la hidromiel, podemos saborear de la cultura nórdica, conocer mejor su cosmogonía y entender qué parte de la ideología nórdica se permeó en la sociedad moderna de aquella región, de una manera amena y narrada por uno de los mejores escritores contemporáneos.