22 de diciembre de 2024 8:57 pm
OPINIÓN

Daño y regulación

El daño fue mayúsculo para estas plataformas, puesto que el tiempo en el que las redes sociales estuvieron inhabilitadas les causó grandes pérdidas económicas. De acuerdo con Statista, con información hasta enero de este año, Facebook es la red social más utilizada en globo con más de 2 740 millones de usuarios activos...

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Niels Rosas Valdez

La reciente caída del sistema de Facebook, Instagram y WhatsApp en el mundo causó, por lo menos, enfado en muchos usuarios y, en otros, hasta angustia y desesperación. Pero no es el único impacto que se puede mencionar de la falla en el sistema de las compañías de Mark Zuckerberg. ¿Qué ha despertado este evento?

Este lunes la plataforma de Facebook, Instagram y WhatsApp, tres de las más icónicas y usadas redes sociales particularmente en Occidente, pero también en el mundo, falló y estuvo inutilizable por horas. La situación fue caótica en muchos sentidos, no sólo por la desesperación de no poder usar las redes sociales para entretenimiento, sino por una variedad de cuestiones, como permanecer incomunicado y dejar de trasmitir videos en vivo de eventos significativos, como una conferencia, una rueda de prensa, etc.

El daño fue mayúsculo para estas plataformas, puesto que el tiempo en el que las redes sociales estuvieron inhabilitadas les causó grandes pérdidas económicas. De acuerdo con Statista, con información hasta enero de este año, Facebook es la red social más utilizada en globo con más de 2 740 millones de usuarios activos; WhatsApp es la tercera con 2 000 millones e Instagram la quinta con más de 1 221 millones.

Todos estos números se pueden traducir a usuarios que dejan de ver anuncios de empresas que les pagan a las redes sociales para mostrarse, o de los mismos usuarios que erogan un recurso para colocar un mensaje en las plataformas, o bien, de la misma manera, se entiende como tiempo en que las redes sociales dejan de vender los datos de los usuarios a empresas y gobiernos.

Pero además de la obstaculización de la comunicación que provocó la falla del sistema de las tres plataformas, de las pérdidas económicas que sufrieron las redes sociales y del decremento en su valor, la situación permitió levantar nuevamente la voz ante las prácticas de las compañías de las redes sociales. Tal es el caso de Frances Haugen, quien fuera gerente de producto en Facebook y quien recientemente afirmó que la compañía de Zuckerberg “daña a los niños y representa un peligro para la democracia”.

Lo anterior no es nuevo, puesto que muchos estudiosos han analizado e investigado los impactos en varios segmentos de la población que tiene el uso de las redes sociales, pero lo que resulta trascendental es que alguien que haya trabajado en la empresa haya alzado la voz. Tampoco es nuevo que esto suceda, hay varios reportajes de antiguos trabajadores que comentan cómo operan las redes sociales, pero finalmente lo de Haugen es un gesto de congruencia ante los problemas que desencadenan estas enormes y adictivas plataformas.

En tal contexto, un impacto que se genera es nuevamente la presión hacia los gobiernos para que regulen las redes sociales, especialmente aquellas que representan, con sus características y acciones, un peligro para la democracia. Esto no significa eliminar las redes sociales para que la democracia esté a salvo, es decir, la democracia se ha ido modificando al paso del tiempo, al paso de la práctica que tengamos de ella y, también en cierta medida, al paso de los avances tecnológicos.

Lo que se debe realizar es limitar aquellas prácticas que puedan caer en desvirtuar y tergiversar la democracia y las prácticas democráticas y del Estado de derecho, como puede ser la venta de datos de los usuarios a empresas y gobiernos, además de influir en nuestras preferencias políticas. Ojalá que estas genuinas preocupaciones sociales encuentren ecos en los legisladores para proteger nuestros datos e integridad como individuos, no como productos.

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