La verdad es que estas semanas he estado pensando sobre qué escribir para el Comentario del Día. Empecé a hacerlo sobre Tadeo, el bebé que murió y cuyo cuerpo desenterraron de la CDMX para meterlo a un penal en Puebla y el dolor que está viviendo su familia. Luego pensé reflexionar sobre el uso irresponsable de ivermectina y aspirina en la CDMX en los kits que el gobierno repartió a los enfermos de Covid y el artículo que publicaron y que tuvieron que bajar de la plataforma SocArXiv. Después se me ocurrió escribir sobre el asesinato de cinco periodistas en lo que va del 2022. Ayer, empecé a escribir sobre violencia digital en la adolescencia…
Hoy decidí platicarles algo que me hace muy feliz: después de casi 23 meses de dar clases sentada, en la misma silla desde la que estoy escribiendo, usando las distintas plataformas que la Universidad nos proporcionó, ayer regresé a dar clases a un salón lleno de jóvenes estudiantes que aspiran a ser abogados.
El semestre pasado tuve la fortuna de dar clases bajo el modelo híbrido: un grupo muy reducido de alumnos y yo asistimos al salón de clase una semana sí y otra no. Los pasillos de la Universidad lucían vacíos, podía dar clase cómodamente con la puerta abierta porque no se escuchaba sonido alguno, salvo cuando un profesor, en un salón alejado, subía el tono de voz.
Nada comparado a lo que viví ayer: los pasillos llenos de jóvenes estudiantes – todos con cubrebocas de N95, KN95 o KF95 – saludándose con mucho entusiasmo, y conociendo físicamente a los profesores que han tenido estos meses y que no conocen más que al través de las pantallas de sus dispositivos.
Es una maravilla ver que la dinámica del salón de clases no cambió a pesar del encierro, poder conocer un poco de la personalidad de mis alumnos por el lugar que ocupan y cómo se sientan, la manera en que preparan su material de trabajo.
Tuve la fortuna de coincidir con otros profesores y saludarnos e intercambiar ideas en el pasillo. No, no como lo hacíamos antes de marzo del 2020, pero pude estar unos momentos con ellos. Fue un placer poder platicar con ustedes Dr. Preciado y Don Rafael, Maricarmen y Lorenza.
Conocí físicamente a mis queridos exalumnos que solo conocí por la pantalla en semestres pasados. Les confieso que me pesa mucho no poder reconocerlos con el cubrebocas porque me acostumbre a ver sus caras descubiertas, pero poco a poco, aprenderé a ligar nombre – cara – cara con cubrebocas y a no tener que preguntarles su nombre una y otra vez.
Ahora sí mis queridísimos alumnos, a planear llegar a tiempo a clases bañados, con dientes lavados, vestidos sin pants, pijama y chanclas. Con el material listo fuera de sus recámaras, sin el pretexto de que “el internet no sirve”. Si, vamos a invertir más tiempo para llegar a clase, pero al fin podremos convivir como tanto le hemos esperado.
La pandemia nos ha enseñado a cuidarnos y a cuidar a los que nos rodean. Asumamos la responsabilidad que tenemos de seguir haciéndolo para que estemos todos bien y de buenas.
¡Bienvenidos a la Universidad!