Rodrigo Saval Pasquel
Durante decenas de miles de años, filósofos, científicos y escritores se han cuestionado sobre las cualidades que debe de tener el liderazgo político ideal. Se han discutido virtudes, capacidades, incluso en ocasiones, rasgos físicos o de personalidad. Sin embargo, con mi ínfima experiencia en el mundo de la política, me atrevo a decir que el indicador principal para saber si una persona quiere lograr un cambio positivo y real, debe de estar basado en la motivación.
La motivación es aquella fuerza que lleva a toda persona a realizar cualquier acción. Ya sea a corto plazo —como por ejemplo, el levantarse de la cama—, o a largo plazo —el buscar ser el mejor futbolista del mundo, por decir algo—. Este motor que todas las personas tenemos nos ayuda a entender qué queremos lograr, y en ocasiones también nos indica el cómo.
Si tú logras entender esta fuerza interior detrás de cualquier persona, las intenciones de la misma te serán reveladas. Existen todo tipo de motivaciones: negativas, positivas, de supervivencia, de venganza, e incluso sexuales y económicas. Y aunque cada caso es único, todas pueden clasificarse como correctas o incorrectas.
Por ejemplo, existen personas cuyo principal objetivo es volverse la persona más rica del mundo. Y es un objetivo completamente válido. No obstante, la forma en la que se busca concretarlo divide a los buenos de los malos. Un empresario cuyo éxito está basado y apegado en la legalidad, además de respetable es admirable. Mientras que una persona que utiliza la ilegalidad para acumular la mayor cantidad de riqueza posible, es deleznable y debe de ser reprobable.
En el mundo que hoy compartimos todas las personas, no se puede entender la vida cotidiana sin aceptar que el capitalismo rige gran parte de nuestro actuar. Existen teorías económicas sobre otros sistemas, pero a mi parecer es de necios argumentar que el capitalismo no llegó para quedarse. Por lo mismo no se puede entender el poder sin el dinero.
Cuando una persona accede a un puesto de decisión, se le otorga acceso a varios recursos que la mayoría de las personas no tienen. Ya sean estos recursos humanos, materiales, intelectuales o de otro tipo, el gobernar otorga herramientas de poder que permiten al gobernante utilizarlos para llevar a cabo la labor por la cual fue electo. Pero no siempre la motivación de quien llega es gobernar.
En este mundo capitalista, algunos han descubierto que una forma rápida y fácil de hacer dinero, es accediendo a estos espacios de poder que les permiten hacer un mal uso de los recursos para beneficio propio. Este tipo de personas son quienes deben de ser ubicadas y extirpadas del sistema público. Una persona perteneciente al gobierno cuya motivación es volverse rica no está buscando servir al público, sino que está aprovechando al público para servirse a sí misma.
También es importante entender que en el mundo actual una persona no puede sobrevivir sin acceso a dinero o recursos, pues para comer se necesita generar. Por lo tanto toda persona debe de tener remuneración justa por sus esfuerzos, ya que el salario además de significar un medio, este representa a la dignificación de la persona por un esfuerzo realizado.
Si una persona que cuenta con la motivación correcta es privada de los medios de supervivencia, su motivación puede ser viciada y volverse la incorrecta. Es por eso que también se debe de realizar una exigencia por salarios justos para las personas que se dedican al servicio a los demás. No es difícil de entender el que un policía sea corrupto cuando con lo que le pagan no le alcanza ni para comer, y además le exigen poner su vida en riesgo por alguien más.
Aun así, como ciudadanos busquemos que quienes nos gobiernan tengan como fin último el querer ayudar a los demás, y a su vez capacidad para hacerlo de la forma más eficiente y eficaz.