Cecilia González Michalak
Ser periodista es una profesión apasionante pero difícil. Aunque pocos han hecho los estudios formales, hay muchas personas que ejercen esta vocación para bien y para mal. Hay quienes creen que simplemente escribiendo algunas palabras rimbombantes sobre un tema del que son expertos pueden autodenominarse con este título, pero olvidan lo más importante: la responsabilidad con la verdad. Ser periodista no significa conocer el modelo de pirámide invertida, saber la diferencia entre soft y hard news, y distinguir entre una editorial y una columna de opinión. Es bueno saberlo, sí, pero no es fundamental. Pelear por transmitir la verdad, eso, es la labor más crucial de alguien que ejerce el periodismo con o sin título.
Se dice que la verdad nos hará libres, y esta frase, aunque parezca trillada, es completamente cierta. Los países libres son aquellos cuyos gobernantes no tienen miedo a la prensa, no la llaman comprada, no la llaman falaz, no la llaman libela. Los países con regímenes autoritarios son los que censuran a los medios, arrestan (y matan) a periodistas, y creen que la buena prensa es un selecto grupo de personas que adornan con alabanzas al gobierno. La verdad, aunque incómoda, abre horizontes mentales haciendo críticas cuando hay una falla en el sistema, apelando a la justicia cuando existen hechos de impunidad, y levantando la voz cuando las cosas van mal mientras que el mensaje oficial dice todo lo contrario.
El periodismo es un oficio delicado, como el de un orfebre que hace una filigrana con plata o el de una modista que arma un vestido con costuras invisibles. Redactar la verdad objetivamente, cuesta. Y es así porque cada argumento debe estar bien fundamentado, porque el texto debe contener una investigación previa tan bien digerida que su lectura debe ser ligera, y porque no se puede olvidar de ser ético, con las fuentes, con la editorial y con el público. Asimismo, si a eso se suma ser un corresponsal de guerra, las peripecias de esta vocación se vuelven aún más difíciles. Llegar a un lugar nuevo con un idioma diferente, con seguridad precaria, y hacerte de fuentes confiables de ambos bandos que permitan otorgarle a tu medio exclusivas es una labor ardua, crucial e increíblemente humana.
Joe Sacco (1960 – ) es un periodista particular ya que combina el cómic con el reportaje. Para realizar sus trabajos, hace entrevistas y toma fotos en el terreno, en muchas ocasiones sin pase de prensa ni autoridad, lo que le obliga a vivir como uno más de los personajes que retrata. Llegando a su casa o al hotel, se pone a hacer las viñetas, a dibujar los personajes, a trazar los fondos y a escribir los diálogos. En este tipo de reportajes, integra de forma tácita la crónica de color con el escenario que diseña, adentra al lector al campo permitiéndole conocer las grandes primicias como las pequeñas historias de interés humano, y desarrolla los diálogos de una manera más directa y real de lo que una transcripción pudiese hacerlo. Su innovación, incluso, acerca a nuevas generaciones a los hechos noticiosos.
Su libro Reportajes, es una compilación de sus viajes como corresponsal alrededor del mundo. En ellos se puede presenciar el juicio de un doctor serbio acusado de genocidio, la realidad de las mujeres chechenas refugiadas, y la vida del escalón más bajo en el sistema de castas indio, entre otras historias más. Este volumen recoge la mayoría de sus piezas cortas dibujadas para presentar sucesos particulares, y a pesar de lo subjetivas que podrían ser, han sido creadas para informar con precisión, citando adecuadamente y comprobando las afirmaciones de las fuentes. Los relatos contados dan voz a quienes muchos ignoran y evitan ser órganos de propaganda de gente con poder.
El mismo Sacco dice que la ventaja de su historieta periodística, al ser un medio intrínsecamente interpretativo, fomenta la relación personal del dibujante con cualquier sujeto que tenga a mano. El cómic “no le permite encerrarse en los confines del periodismo tradicional, ni hacer del desapasionamiento una virtud”. Aunque aún no ha logrado tener un Premio Pulitzer como lo hizo Art Spiegelman, autor de Maus: relato de un superviviente, Sacco ha ganado varios galardones como el American Book Award de 1996, la beca Guggenheim de 2001, el premio «Mejor cómic de 2000» de la revista Time, el premio Eisner y Premio Eagle de 2001 a la mejor novela gráfica original, y un sinfín de reconocimientos por su novela gráfica Notas al pie en Gaza. Una imagen es mejor que mil palabras, así que los invito a que conozcan más de este interesante periodista con una probadita de su trabajo: