
MIchelle Bermúdez Betancourt
Si bien muchas veces pasan desapercibidos y nuestra mente consiente no dedica el tiempo suficiente o, mejor dicho, necesario a reflexionar con respecto a ellos; los contrapesos se presentan como un fenómeno y construcción sumamente complejo e importante, siendo, en realidad, uno de los elementos más relevantes que le dan sentido y permanencia a cualquier democracia. Lo cierto es que la democracia exige a la sociedad que decide asumir ésta como su forma de gobierno, un grado no sólo de compromiso sino también de creatividad poco usuales y profundamente demandantes para lograr el diseño de un sistema correctamente adecuado a las costumbres y prácticas de cada comunidad. En México, desde una perspectiva jurídica, contamos con un sistema de contrapesos muy amplio, novedoso y cuidadosamente diseñado, siendo los principales protagonistas de éste la División de Poderes y los Organismos Constitucionales Autónomos.
Al encontrarnos ante un escenario político federal en el que parecería que dicho sistema de contrapesos se ha visto vulnerado -puesto que hemos podido observar una dinámica en la que dos de los Poderes responden o enaltecen al tercero, o, por otra parte, presenciando una ausencia de autonomía real en muchos de los Organismos Constitucionales Autónomos- resulta inevitable preguntarnos qué otras opciones nos quedan para garantizar el correcto y balanceado ejercicio del poder.
Afortunadamente existen diversos mecanismos de contrapesos de carácter social y ciudadano que permiten una constante vigilancia y protección a la democracia, siendo uno de ellos, por excelencia, el periodismo. Dicho mecanismo y vocación le permite a la ciudadanía tener visibilidad sobre todo aquello que los y las gobernantes realizan en sus funciones, brindando acceso, así, a mucho de lo que el gobierno en múltiples ocaciones no muestra y que la sociedad, a grandes rasgos, no imagina. Así mismo, el periodismo se presenta como una vocación sustentada en la diversidad y pluralidad de ideas que permiten un diálogo y prácticas democráticas mucho más informadas y analizadas. Muchos de estos pensamiento podrían parecer muy obvios; en realidad, parecería absurdo en pleno siglo XXI tener que convencer a alguien de que el periodismo cuenta con un gran poder en cuanto a acceso a la información y diálogo se refiere; sin embargo, las constantes afirmaciones y ataques por parte del Ejecutivo Federal a los periodistas que no se “alinean” a su discurso nos puede llevar a pensar que debemos de repasar estos principios básicos para dejarle claro al gobierno que simple y sencillamente no debe de atentar contra el resto de contrapesos, especialmente al tratarse de aquellos de carácter civil. Desafortunadamente estos son hechos y actitudes que a estas alturas ya no nos sorprenden puesto que el buscar fragmentar y enemistar a la ciudadanía, fomentando un discurso que categoriza a la sociedad política entre “buenos vs. malos” sinónimo de “fifis vs. chairos” se mostró, igualmente, como un ataque a la ciudadanía como contrapeso del poder.
Según el informe anual de la Campaña Emblema de Prensa (PEC) México se ha convertido en el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo, inclusive por encima de países que se encuentran en guerra. La inmensa mayoría de los ataques a periodistas en nuestro país resultan en una terrible y muy indignante situación de impunidad y falta de justicia. Tenemos un gobierno que no se ha dispuesto a proteger el periodismo como le merece y, en cambio, lo ataca en discurso cada que puede.
Bajo ninguna circunstancia me atrevería a asegurar que el discurso del Ejecutivo Federal estuviese relacionado de manera directa con la alta en la violencia ejercida en contra de los periodistas; sin embargo, puedo afirmar que si es símbolo y ejemplo de la poca importancia y responsabilidad que el gobierno le da y ejerce ante esta desafortunada realidad.
Sin importar cuál sea la ideología de cada persona, como ciudadanía, no podemos permitir y mucho menos aplaudir o tolerar que un gobierno continúe atacando y desprotegiendo al sistema que tanto trabajo nos ha costado construir. Un gobierno que no protege el periodismo, la pluralidad de ideas y, lo más importante, a los periodistas es, simple y sencillamente, un gobierno que no se protege más que a sí mismo al no proteger el sistema de contrapesos y, por ende, la democracia.