La presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, señaló en recientes días que la Unión Europea (UE) debe prepararse para integrar a Ucrania como nuevo Estado miembro del conglomerado europeo de naciones. A pesar de la guerra de este país con Rusia, la funcionaria de Bruselas apuntó que la adhesión ucraniana no está fuera de la mesa. ¿Qué implicaciones tiene esto para las relaciones internacionales y particularmente para la organización supranacional europea?
La denominada “operación militar especial” del Kremlin en suelo ucraniano ha cambiado el panorama internacional de una forma vertiginosa. En primera instancia, la guerra como tal genera un nuevo entorno en el continente que afecta en una variedad de áreas, como la social, con la migración detonada en las áreas de conflicto; la comercial, con la drástica reducción de las actividades económicas y de vías de comercio; la medioambiental, con el desgaste del entorno natural a raíz, por ejemplo, de las explosiones efectuadas por el arsenal militar empleado; y la diplomática, con la ruptura en las relaciones entre un puñado de países, no sólo los involucrados directamente en el conflicto, entre otras.
Este último punto es esencial para comprender el impacto que ha tenido la guerra en el escenario internacional. A raíz del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, varios Estados y agentes han tomado partido por una u otra de las naciones beligerantes. Eso ha provocado tensiones en el globo y nuevos movimientos de los países que han buscado reforzar sus interacciones, compromisos y alianzas con otros.
Un caso en este panorama es el de Ucrania que, si bien ha solidificado su contacto con Occidente en general, también ha buscado decididamente ingresar a la UE. Fue a escasos meses de haber iniciado la guerra que Kiev envío a Bruselas su solicitud oficial de incorporación, levantando mucho interés de análisis, pero también preocupación en torno a los riesgos y consecuencias que se puedan presentarse de completar la adhesión al conglomerado europeo de naciones.
El interés inicial de Ucrania era incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte para mejorar sus garantías de seguridad contra Rusia. Sin embargo, esa fue la razón central – o al menos así lo mostró Moscú – para que el Kremlin desatara la guerra en territorio ucraniano. Al abandonar la idea de integrarse a la alianza militar occidental, Kiev necesitó otra red que pudiera albergarla y protegerla ante el interés expansionista ruso. Ese escudo ha sido justamente la UE.
De esta manera, Ucrania ha pedido socorro al conglomerado europeo de naciones para mejorar sus condiciones de seguridad. A pesar de que la UE recibió la solicitud de ingreso ucraniana, no hay certeza de su posible incorporación. Existe una narrativa occidental que apoya a Kiev contra la guerra dirigida desde Moscú, y dentro de esa visión se busca protegerla a toda costa. No obstante, en términos reales, extender esa protección puede representar una seria carga para Bruselas, por lo que no necesariamente se materializaría del todo.
Es necesario cuestionarnos varias ideas. Es claro el interés ucraniano de integrarse a la UE, pero ¿cuál sería la ganancia del conglomerado europeo de naciones? Adherir a Ucrania significaría anexarla al paraguas de la protección de Bruselas y sus aliados: Londres, Washington, Ottawa, Canberra, etc., lo que le traería grandes beneficios. Sin embargo, para Bruselas representaría lidiar con los problemas que tiene Kiev, entre ellos uno de suma relevancia, que es el de seguridad.
Es cierto que al declarar que la puerta de la UE sigue abierta, Metsola abona en el discurso de Bruselas de extender la protección hacia Ucrania en el marco de la narrativa de Occidente en el conflicto detonado por Rusia. Pero la incógnita sigue presente. ¿En qué medida eso es algo instrumental para el conglomerado europeo de naciones y hasta dónde en realidad está dispuesto a estirar la liga con Kiev para mantenerla cerca y protegida en este escenario de caos total?
Artículo originalmente publicado en www.lalupa.mx
