Todo programa de gobierno debe contemplar un componente de evaluación con el objetivo de conocer su pertinencia social y el logro de sus metas, así como rendir cuentas a la sociedad. La educación no debe ser la excepción, particularmente por el impacto que tiene en el bienestar de las personas, en el desarrollo del país y por la gran cantidad de recursos que requiere su funcionamiento. En lo que va del sexenio cuatroteísta, ha sido patente su alergia a la evaluación y a la rendición de cuentas. Por fortuna, la SEP aún cuenta con una dirección de estadística educativa que se encarga de publicar informes periódicos sobre el Sistema Educativo Nacional (SEN); el último de ellos es de 2021-2022. Basado en esta información, me referiré a cuatro tipos de indicadores: matrícula, transito escolar, gasto educativo e infraestructura, con los cuales tendremos una idea de la calidad o excelencia de la educación en el país.
Matrícula. En números redondos, en 2022 la población total escolarizada del SEN —de primaria a educación superior— sumó 33 millones de estudiantes, atendidos por 2.3 millones de docentes en 256 mil escuelas. La tasa neta de escolarización de niños de 6 a 11 años fue de 96.3%; la de adolescentes de 12 a 14 años de 83.9%; la de jóvenes de 15 a 17 años de 60.7%; mientras que la cobertura en educación superior fue de 34.5%. En educación inicial había un total de 191 mil infantes, que eran atendidos por 9.2 mil docentes en 5 mil centros infantiles. En términos porcentuales, esta matrícula representó solo al 3% de la población de este rango de edad. En cuanto al preescolar, la matrícula fue de 4.2 millones de escolares, atendidos por 227.2 mil docentes en 87.4 mil centros infantiles. En términos porcentuales, esta matrícula representó 63% de la población de este rango de edad.
Tránsito escolar. La permanencia de los estudiantes en el sistema educativo va disminuyendo progresivamente a lo largo del tiempo. Así, por cada 100 escolares que ingresaron a la primaria (2005-2006), egresaron 95; de éstos, ingresaron a la secundaria 92 y egresaron 81; continuaron en el bachillerato 83 y egresaron 54; ingresaron a la educación superior 40 y lograron terminarla 26 (2021-2022). En síntesis, de los escolares que ingresan a la primaria, solo 26% logra concluir sus estudios universitarios 16 años después. Este panorama nacional varía enormemente entre las distintas entidades federativas del país. Así, mientras que en la Ciudad de México y Aguascalientes más del 45% de los alumnos logra concluir su trayectoria escolar, en Guerrero, Chiapas y Oaxaca apenas lo hacen el 12%.
Gasto educativo. El financiamiento educativo es el indicador por excelencia del interés que tiene un gobierno en la formación de los futuros ciudadanos. Aunque en términos absolutos, en lo que va del sexenio el gasto ha crecido inercialmente, éste no supera a la inflación. En términos relativos, el porcentaje del gasto educativo con relación al Producto Interno Bruto (PIB) ha disminuido en lo que va del sexenio 0.4 puntos porcentuales (de 5.9% a 5.5%). El gasto educativo por alumno ha crecido ligeramente de 2020 a 2022 en educación básica (de 22.7 mil a 24.5 mil) y en educación media superior (de 27.1 mil a 31.6 mil); sin embargo, en el mismo periodo, el gasto educativo se ha reducido considerablemente en educación superior (de 68.3 mil a 53.6 mil).
Infraestructura. Los servicios básicos con los que cuentan los centros escolares son otro indicador del interés de un gobierno en educación. Contar con servicios básicos dignos para la población estudiantil es un deber de cualquier país democrático. Para el ciclo escolar 2021-2022, cerca del 90% de las escuelas mexicanas de educación básica contaban con electricidad, 81% con lavabo de manos, 77% con agua potable, 51% con computadoras, 30% con internet, 25% con infraestructura para discapacidad y 15% con materiales para esta población.
En suma, el sistema educativo mexicano está muy lejos de cumplir con los estándares mínimos de calidad (o excelencia). La mayoría de los indicadores educativos, generados por el mismo gobierno, apuntan en este sentido. Ni la cobertura, ni el tránsito escolar, ni el gasto educativo, ni la infraestructura dan señas de que estamos logrando construir un sistema educativo que, aunque lento, vaya alcanzando metas significativas. De los aprendizajes, ni hablar: sabemos que es el peor indicador del SEN (que no abordamos en esta ocasión). Para concluir, las escuelas no tendrán agua, electricidad, computadoras, internet, materiales para discapacitados, pero eso sí, tenemos un currículo nuevo que cambió la enseñanza de las matemáticas, las ciencias y la lecto-escritura por la solidaridad comunitaria con la 4T.
Artículo originalmente publicado en elunivesal.com.mx