Según el informe «El riesgo de automatización en México. Diferencias temporales y generacionales entre las distintas ocupaciones» publicado por la Cepal, los cajeros, cobradores y pagadores son los empleos que enfrentan el mayor riesgo de automatización dentro del sector de servicios financieros en México.
Asimismo, secretarias, taquígrafos, mecanógrafos, capturistas de datos, operadores de máquinas de oficina, auxiliares de administración y finanzas, recepcionistas, trabajadores de información y telefonistas, así como contadores, auditores, especialistas en finanzas y economía, comparten un alto riesgo de automatización en sus labores.
El estudio distingue tres niveles de riesgo (bajo, medio y alto) de automatización. Mientras que la economía mexicana en general mantuvo porcentajes de ocupaciones en diferentes niveles entre 2005 y 2020, el sector financiero experimentó un cambio estructural a partir de 2012.
En el mercado laboral mexicano en su totalidad, el 41% de los empleos enfrenta un alto riesgo de automatización, mientras que el 36% corresponde al sector hogares. El 11.3% se sitúa en un nivel de riesgo medio y el 11.7% en uno bajo. En contraste, en el sector de servicios financieros, el 42.6% tiene un alto riesgo de desaparición, el 42.4% enfrenta un riesgo medio y el 15% uno bajo.
Ana Escoto, académica de la UNAM y coautora del informe junto con Landy Sánchez Peña, explica que la reestructuración del sector financiero se debe a la creación de empleos dentro del nivel de riesgo medio y a la tercerización de servicios (outsourcing).
Observamos una disminución en las ocupaciones con bajo riesgo y un aumento en aquellas con riesgo medio, lo que refleja el proceso de automatización. Esto es evidente para los usuarios, ya que hemos visto una rápida automatización de procesos», señala Escoto en una entrevista.
Sin embargo, muchas de las ocupaciones que se encuentran en un nivel medio de riesgo de automatización corresponden a agentes, representantes de ventas y vendedores por catálogo, empleos cada vez más sujetos a la automatización y tercerización.
Con información de El Economista | Nota original