No importa cuantos cambios se hagan, para cumplir una promesa se tiene que actuar, o será una simple simulación…
Macraf
Continuando con la ardua tarea de diseccionar las promesas del hijo predilecto de Macuspana, tenemos lo siguiente.
La promesa de consolidar las compras del gobierno bajo el escrutinio ciudadano y la observación de organismos internacionales suena muy bien en un país marcado por la opacidad en el gasto público. Sin embargo, la realidad es cruda: el desabasto de medicamentos es la prueba viviente de un sistema que se tambalea en la falta de rendición de cuentas. La participación ciudadana y la observación de la ONU parecen ser más bien adornos retóricos en un panorama donde las asignaciones directas son el pan de cada día.
La idea de involucrar a ciudadanos y observadores internacionales en la celebración de contratos de obra es tan loable como utópica. La realidad es que los contratos se otorgan de forma directa, sin espacio para la participación externa. La transparencia prometida se desvanece ante la cruda realidad de un proceso marcado por la unilateralidad y la falta de supervisión.
La prohibición de contratar servicios externos para elaborar proyectos legislativos es una mentira que busca ocultar tras la fachada de autosuficiencia una realidad sombría: la imposición de agendas y la falta de pluralidad en la elaboración de leyes. La confiabilidad del contenido legislativo queda en entredicho en un contexto donde la diversidad de voces es sofocada por el peso del poder establecido.
La promesa de reubicar secretarías federales en diversas entidades del país es una mentira por demás costosa. Las nuevas sedes, más que centros de acción descentralizados, se convierten en meros testigos de un deseo incumplido. La descentralización prometida parece ser más una quimera que una realidad tangible.
La garantía de respetar el Estado de Derecho y eliminar privilegios es una promesa noble pero vacía. La realidad del gobierno actual está marcada por la impunidad y el favoritismo, donde la justicia es un lujo reservado para unos pocos. La distancia entre la retórica y la acción se amplía en un contexto donde los privilegios son producto de la corrupción y, por supuesto, tienen un impacto directo en la economía, después de todo, la falta de certidumbre jurídica es el principal obstáculo de la captación de inversión.
La modificación del artículo 108 de la Constitución para eliminar el fuero presidencial parece ser un avance significativo en la lucha contra la impunidad. Sin embargo, la realidad es más compleja: el control sobre el sistema de procuración de justicia otorga al presidente una suerte de fuero de facto, que le permite sortear investigaciones y dilatar procesos. La letra de la ley se convierte así en un mero adorno en un contexto donde la impunidad sigue siendo la norma.
La inclusión de nuevos delitos graves en el catálogo legal es una medida que parece prometedora. Sin embargo, la falta de voluntad para perseguir y sancionar a los culpables convierte estas leyes en simples palabras en papel. La promesa de justicia queda así relegada a un segundo plano en un contexto donde la impunidad reina sin oposición.
La reducción de partidas presupuestales para legisladores suena como una medida de austeridad necesaria. Sin embargo, ¿por qué promete cosas sobre un poder que tiene el mismo nivel de importancia que el ejecutivo?, es decir, con qué derecho decide por otro de los poderes de la unión.
La limitación de regalos para funcionarios públicos es una gran medida en teoría, pero, en la práctica, la falta de transparencia convierte esta promesa en una ilusión en un contexto marcado por la opacidad y la falta de escrutinio. La rendición de cuentas se convierte así en un espejismo en un entorno donde la claridad es un bien escaso.
La preferencia por establecer relaciones comerciales y financieras con gobiernos honestos suena como una declaración de principios. Sin embargo, en un mundo donde los intereses económicos priman sobre los valores éticos, esta promesa se convierte en un espejismo político. Además, de que países hablamos, ¿Cuba? ¿Venezuela? ¿Nicaragua?
En conclusión, volvemos a ver que no solo no se han cumplido las promesas del tabasqueño, sino que él mismo, es quien permite y solapa estos actos.